Como ocurre con los bonobos, la rivalidad entre los machos humanos por la reproducción no es a golpes, sino “a chorros”. Además de la capacidad desatascadora del pene para eliminar el esperma de los amantes anteriores, se libra una batalla con armas químicas en el canal vaginal.
Se ha descubierto que la composición de cada chorro de esperma es diferente: los primeros chorros contienen sustancias que protegen a los espermatozoides, mientras que los últimos contienen espermicidas. Un regalo para el siguiente en la cola.
Darío Pescador