Parece ser que en cuanto al lugar, es frecuente que la mujer tenga mejor acceso a sus sentimientos sexuales en un paraje apartado, cómodo, con luz tenue y, ¡ojo!, con buena temperatura. Suele ser necesaria la confianza y la proximidad. Ingrediente que no puede faltar: la complicidad con su partenaire. Entre los estímulos que más “ponen” se incluyen las risas, los susurros y las miradas pero, sobre todo, las caricias. Pero no las pegajosas, sino las suaves, prolongadas, “inteligentes”, como los nuevos edificios, pero más. Gran parte del lenguaje gestual se expresa a través de ellas, y estas tienen un papel protagoista, ocupan un lugar central en la estimulación sexual. Pero ¿dónde? No vale ir directo al grano, no vale la urgencia, excepto cuando hay premura y/o complicidad para ella. La respuesta es que hay que hacerla sobre el órgano más grande del cuerpo humano, la piel, en toda ella. Pero si hay que poner el acento, parece que el cuello, la espalda, la ingle y el clítoris suelen ser los favoritos. En cualquier caso no debemos olvidar algo que es anterior a cualquier detalle: la estimulación es en realidad una forma de comunicación corporal, gestual y emocional, y en cada persona es única. La fantástica y desesperada búsqueda que el hombre hace a través del mito, la ciencia y la ficción sobre la excitación femenina reproducirá una y otra vez la errónea creencia de que la mujer se estimula de forma muy parecida al hombre. Conforme avanza la historia de las relaciones sexuales surgen nuevas propuestas orgasmotrónicas, diferentes tipos de fármacos en los que se quiere ver panaceas sexuales, pero que en realidad actúan como tratamientos para mejorar el funcionamiento orgánico. Quién sabe: cada vez los recursos son mayores, pero es posible que la quimera del orgasmatrón esté todavía tan lejana, y a la vez tan cercana, como la comunicación sexual.
Redacción QUO