En los restos de Pompeya, tras la erupción del Vesubio, se encontró la huella de un hombre que estaba desnudándose cuando ocurrió la catástrofe y su vaciado indicó que llevaba el vello púbico afeitado en forma redondeada. Los investigadores concluyeron que lo que se veía en las estatuas y estaba considerado como un convencionalismo escultórico, en realidad era una copia de la realidad: los pompeyanos se depilaban.
Pero en la mayoría de las culturas, el vello en los hombres ha sido considerado un símbolo de masculinidad, y de hecho está producido por la testosterona, la hormona masculina. Si bien el cabello largo, por ejemplo en los patriarcas, está normalmente asociado al poder masculino, el antropólogo Pagel cree que en nuestro empeño por desnudarnos de vello, hombres y mujeres usamos la piel como valla publicitaria para atraer posibles parejas: «Es como decir: mira toda esta zona de mi piel que no tiene pelo; fíjate en que tampoco existen ni marcas ni manchas. Además, no tengo parásitos. Por lo tanto, aparéate conmigo».
Eso es lo que explica que tanto a los hombres como a las mujeres no les guste tener vello en la espalda, que es la superficie más grande del cuerpo a la hora de exhibir la desnudez.
Redacción QUO