Todos estamos de acuerdo: a nadie le gustan los mentirosos. Pero en ciertos ámbitos parecen ser de mayor interés que los honestos. Esa es la conclusión de un reciente estudio, realizado por la Universidad de Chicago y liderado por Emma Levine, que señala que la mayoría de nosotros identificamos la capacidad de engañar como un signo de competencia en los trabajos que requieren ventas.
En el estudio, publicado en Organizational Behavior and Human Decision Processes, se demuestra que no siempre desaprobamos el engaño. De hecho, percibimos la capacidad de engañar como un activo en ocupaciones vinculadas a la venta.
Para llegar a esa conclusión, el equipo de Levine llevó a cabo diferentes experimentos en los que los participantes observaron a personas que mentían o actuaban con honestidad en diversas circunstancias (por ejemplo, cuando informaban sus gastos después de un viaje de negocios o cuando completaban un juego). Finalmente, los participantes juzgaron qué tan exitoso y competente sería un mentiroso o una persona honesta en determinadas ocupaciones.
Entre los hallazgos clave, los autores señalan que los participantes creían que los mentirosos serían más exitosos en las ocupaciones como banca, publicidad y ventas y si tuvieran que contratar a alguien en estos sectores, lo más probable es que contrataran a los mentirosos para estas tareas, incluso cuando su propio dinero estuviera en juego.