Hasta entonces, los pintores tenían talleres casi industriales con ayudantes que se ocupaban de preparar los lienzos y tablas, y moler los colores.
Después, el pintor ejecutaba las figuras principales y los detalles, y sus empleados completaban los fondos, paisajes, cielos, marcos… bajo la supervisión de un jefe de taller.
Solo así se entiende que genios como Rubens pintaran la enorme cantidad de metros cuadrados de cuadros y murales que firmó. Este equipo también realizaba copias, como la de La Gioconda de Da Vinci hallada en el Museo del Prado recientemente.
Redacción QUO
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