La gente que maldice el despertador no es necesariamente perezosa. Lo más probable es que su reloj biológico esté desajustado.
Nuestro reloj está controlado por el núcleo supraquiasmático, una parte del cerebro que controla los ritmos biológicos del cuerpo. Pero según Jean Matheson, especialista en trastornos del sueño del Centro Médico Beth, estos ritmos naturales preestablecidos a menudo no se avienen con las horas de inicio de la escuela o el trabajo. La gente a la que se le pegan las sábanas posee un reloj interno programado para levantarse e irse a dormir más tarde, un fenómeno conocido como retraso de fase.
De nuevo en forma
Realmente es posible ajustar un reloj biológico afectado por el retraso de fase, asegura Matheson, pero hay que pagar un precio: se acabó el dormir hasta tarde en fines de semana. «Cuando la gente se levanta tarde en fin de semana, vuelve a su ritmo de retraso de fase», explica. Ello dificulta aún más levantarse temprano los día laborables. Podemos entrenarnos, dice Matheson, colocando la alarma 15 minutos antes cada día (y obedeciendo a la llamada, claro).
La exposición a la luz artificial por las noches también puede favorecer el retraso de fase. El cerebro es muy sensible a la luz, y una exposición excesiva antes de ir a dormir -pantallas de ordenador, televisiones, o lámparas potentes- puede engañarlo y hacerle pensar que es de día.
Científicos de la Universidad de California en Irvine descubrieron recientemente que el reloj interno está gobernado por un solo aminoácido. «Algún día», dice el profesor de farmocología Paolo Sassone-Corsi, «esta investigación dará lugar a un medicamento que controlará el ciclo de sueño del cerebro».
Redacción QUO