Tomar un trago de zumo de naranja después de un cepillado de dientes puede llenar la boca de un sabor tan desagradable que uno juraría haber lamido un yunque. Pero si la pasta de dientes no arruina el sabor de la comida ni de la bebida, ¿qué es lo que convierte esta combinación en algo tan repelente?.
Los científicos han identificado al culpable: el laurilsulfato sódico, un detergente espumoso presente en la mayoría de los dentífricos. Cada célula gustativa tiene una membrana externa que contiene receptores del sabor. El detergente colapsa temporalmente las membranas y altera alguno de los receptores.
Redacción QUO
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