Aunque no se conoce su nombre, sabemos algo: se adelantó unos cincuenta años a los famosos hermanos Wright. Este señor, trabajaba para sir George Cayley (1773-1858), un ingeniero e inventor británico inglés, pionero de la aeronáutica y uno de los primeros también en estudiar científicamente el vuelo de las aves.
Cayley describió correctamente los principios de «elevación, arrastre e impulso» que rigen el vuelo y de esa forma pudo construir una serie de prototipos de máquinas voladoras. Sus primeros intentos con alas batientes -impulsadas con motores de vapor y pólvora- fracasaron, así que decidió centrar su atención en los planeadores.
En 1804 Cayley presentó el primer prototipo de planeador del mundo que pudo probar cinco años más tarde en una versión de tamaño real pero sin piloto. Después de tres decadas, por fin se sintió preparado para confiar un pasajero humano a su «paracaídas dirigible». En 1853, en Brompton Dale, cerca de Scarborough, el intrépido baronet persuadió a su reticente cochero para que dirigiera el artefacto y cruzara el valle. Este empleado anónimo fue el primer ser humano que voló en una máquina más pesada que el aire.
Según cuentan las crónicas, el cochero no quedó satisfecho en absoluto. Presentó su dimisión en cuanto volvió a poner los pies en tierra firme. Alegó que le habían contratado para conducir, no para volar. El Museo de Aviación de Yorkshire guarda una réplica moderna del planeador de Cayley, con el que se consiguió repetir el vuelo de Brompton Dale en 1974.
De todos modos, las alas no fueron el único legado de sir George. Su trabajo con el tren de aterrizaje del planeador supuso, literalmente, volver a inventar la rueda. Necesitaba algo ligero y resistente, capaz de absorber el impacto del aterrizaje, y se le ocurrió utilizar ruedas con radios que se aguantaban por la tensión, en lugar de tallarlas en madera sólida. Transformaron el desarrollo de la bicicleta y del automóvil y se siguen utilizando mucho en la actualidad.
Pero aún hay más, pues Cayley fue un inventor extraordinariamente prolífico: diseñó botes salvavidas automáticos, ruedas de oruga para las apisonadoras, señales automáticas para los pasos a nivel y cinturones de seguridad. Y lo más sorprendente es que realizó todos estos inventos por el bien general, sin esperar compensación económica alguna.
Los hermanos Wright levantaron el vuelo medio siglo después, en 1903. Se inspiraron en Cayley en otro héroe desconocido en la aviación: Otto Lilienthal (1848-1896). Este prusiano, al que llamaban el Rey de los planeadores, fue la primera persona en volar regularmente. Una década antes de que los Wright emprendieran el vuelo, él ya había planeado unas 2.000 veces, antes de despeñarse y morir en 1896. Sus últimas palabras fueron de una humildad demoledora: «Hay que hacer pequeños sacrificios».