Escribe el poeta: «Toda vida es ceremoniosa». «El hada brilla con luz rosa», responde la bacteria. Este bello diálogo es el resultado de once años de trabajo, durante los que Christian Bök, profesor de escritura creativa de la Universidad de Calgary (Canadá), ha aprendido bioquímica, ingeniería genética y proteómica al nivel de un graduado. ¿Y para qué tanto esfuerzo? Para grabar los versos con que empezamos este artículo donde nadie antes había los hubiera osado recitar: en el ADN de una bacteria.
El poema de Bök está diseñado para que el ADN introducido en el microorganismo cree exactamente las proteínas que se necesitan. ¿Y cuál es el alfabeto que utiliza? El mismísimo código genético, gracias al cual se interpreta dicho ADN, que es traducido a las proteínas a las que ha dado lugar. Estas se componen de secuencias de aminoácidos, cada uno de los cuales se representa con una letra (A, Alanina; C, Cisteína…). ¡Qué casualidad! Justo la materia prima que un buen verso necesita.
Y no ha utilizado una bacteria cualquiera, sino la más resistente de todas, la Deinococcus radiodurans. Es casi indestructible. Ni el frío, ni el calor más abrasador, ni el vacío del espacio exterior pueden con ella. Se dice incluso que sobreviviría mejor a un holocausto nuclear que una cucaracha.
Bök tuvo la idea de embarcarse en el proyecto que ha denominado The Xenotext tras leer dos artículos. El primero, de Pak Chung Wong, investigador del Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste en Washington, contaba como este científico había logrado codificar en una bacteria la letra de la canción de Disney It’s a small world after all. El segundo, del astrobiólogo Paul Davies, afirmaba que si una hipotética civilizacion extraterrestre quisiera mandar un mensaje a otro planeta lo haría dentro de un organismo vivo capaz de replicarse, como una bacteria.
En octubre, recibió malas noticias por parte del laboratorio californiano que estaba estudiando la reacción de la bacteria a su artístico ADN. El organismo estaba cortando parte de la cadena de proteínas y los versos no salían. Al sintetizarse, el propio organismo detectaba algo raro y destruía la proteína, como si fuera un crítico literario descontento con la obra. Pero al final lo acabo consiguiendo.Tras muchos intentos, Bök ha logrado sintetizar una proteína que se pliega adecuadamente y no es dañina para el organismo. La bacteria creo una proteína que podía interpretarse: había compuesto la primera poesía viva de la historia.
No es la primera vez que Bök se lanza a experimentar con las rimas. Anteriormente ya había creado un lenguaje artificial para escribir un poema y había compuesto otro utilizando únicamente palabras con una sola de las vocales. En aquella ocasión, tuvo que leerse cinco veces el diccionario entero. Esta vez se ha gastado más de 90.000 € en cumplir su sueño. «Me sorprende que los poetas sigan escribiendo sobre su mal de amores, mientras un robot toma fotos de los lagos naranjas de etano en Titán», afirma el intrépido escritor. «Si los antiguos griegos hubieran enviado un trirreme a la Luna, puedes estar seguro de que hubieran escrito una novela de doce volúmenes sobre su aventura».
Con información de la farmacéutica y bioquímica Marisa Alonso Núñez y de la bióloga molecular Mª Ángeles Pérez Calvo.
Redacción QUO