Ahora mismo, cuando escribo estas líneas a las 20 y 10, está cayendo una buena tromba de agua aquí en el Albergue de los Batanes, junto al Monasterio del Paular. Sin embargo, el día ha estado continuamente amenazando, pero nos ha dejado trabajar.
En la Cueva del Camino estamos haciendo un pequeño sondeo al objeto de conocer la posición de la roca de base y, con ello, la forma de la caja de la cueva. Enrique Maldonado sigue bajando en niveles fluviales pero no llega a la roca. Vamos a tener que sacarle con una grúa. Desde luego, esta cavidad fue mucho más grande de lo que inicialmente pensábamos. Vamos a necesitar todavía un par de campañas -como poco- para terminar de comprenderla en su integridad. Estas cavidades tan descompuestas, como sucede en los otros dos yacimientos del Calvero, son verdaderamente complejas en su comprensión, pero esto también lo hace más atractivo. Todo investigador debe sentir la subida de adrenalina que proporciona el descubrimiento, pero también las dudas y los espacios en sombra. Ésta es la emoción de la investigación a la que me refiero tantas veces.
Además continuamos tomando muestras para microfauna en determinados sectores de la cueva. Continuar leyendo.
Redacción QUO