Un reconocido urólogo, un sexólogo clínico y un maestro del sexo tántrico han colaborado en esta investigación. El objetivo: radiografiar el orgasmo masculino. Además, 10 voluntarios han descrito el suyo. Tras un mes recibiendo información, creo haber encontrado la piedra de toque: el punto “R” masculino y, tomen nota, señores: su orgasmo, aunque a priori ni siquiera lo sospechen, puede mejorar mucho.
El ‘calambrazo’ dura poco
“Creo que un buen orgasmo pasa muy pocas veces”, afirma Pedro Lucas, psicólogo y sexólogo con amplia experiencia en clínica: “Algunos lo asimilan a descorchar una botella de champán: intenso, rápido y que no dura lo que uno espera”. Aproximadamente entre 3 y 8 seg. Esta es la media de tiempo del orgasmo en el varón. Comparado con la media femenina –según los cronómetros, de 13 a 51 seg.–, parece que hay un largo recorrido por explorar. Así describe su clímax Alberto (40 años), voluntario de este estudio: “Es como una sorpresa gigante, es el calambrazo perfecto. Mi cerebro se desconecta de todo, de mí y de mi cuerpo”. El “calambrazo” es una de la palabras más empleadas en las descripciones de los varones (las mujeres suelen hablar de unión cósmica). Para ellos es algo intenso, pero muy breve, como un cortocircuito. Ahora, ponle un poco de incienso a lo que viene a continuación. Acudo a un centro de Yoga en Madrid. Allí me espera Keshava, un reconocido maestro de tantra yoga en España. Esto es lo primero que me dice: “¿Orgasmo? Lo que yo te voy a explicar va mucho más allá de eso. Es algo revolucionario. Se trata de sentir una máxima emoción durante horas. El tiempo no importa.” ¿¿¿!!!!
La idea de Keshava parece, por lo menos, inquietante. Me habla de orgasmos interminables, de conexión con el cosmos. Así que pregunto a los especialistas si uno puede acercarse al goce de Keshava o, por lo menos, si es posible mejorar la calidad de los orgasmos masculinos. Ignacio Moncada, jefe del Servicio de Urología de la Clínica de la Zarzuela, de Madrid, comienza recetando un mantra que todo hombre debería repetirse: “Lo primero es desterrar tópicos. Por ejemplo, si una mujer tiene orgasmos muy rápido, se considera una máquina sexual. Si los tiene un hombre, es un mal amante. El hombre tiene que dejar de sentirse responsable del orgasmo de la mujer, y explorar y aumentar su propio placer”.
Pedro Lucas repite el mismo mandamiento: “El hombre está centrado en la sexualidad de la mujer y anhela el orgasmo femenino olvidando el suyo. El pene se convierte en la varita mágica, y por eso el orgasmo en el hombre no es tan placentero”. Veamos cómo recuerda su mejor orgasmo Arturo (36 años): “Sin duda, el mejor fue el tercero… ¿Por qué fue el de mi vida? Porque pensé que era el primero que provocaba a una mujer” ¡Vaya!
Y llegamos al punto ‘R’
Acordemos, pues, que el orgasmo masculino tiene que cobrar protagonismo en la alcoba. Pero, ¿cómo empezamos? Lo que propone Ignacio Moncada es que: “Si el período de excitación previo a la eyaculación es más prolongado, el orgasmo es más intenso”. Pedro Lucas insiste: “Nos vamos a la cama con dos objetivos: penetración y orgasmo, y eso es lo que hay que quitarse de la cabeza. Hay que hacerlo con la idea de gozar del sexo, descubrir qué te hace disfrutar. Te puede excitar que te estimulen los testículos, los pezones o lo que sea. Poner atención en lo que te da placer, el autodescubrimiento es lo que importa”. Pero, ¿cómo pararse si a los cuatro minutos (según la media) de iniciar una relación un hombre ya está pensando en eyacular?”
Es la hora de hablar del punto “R” masculino, el punto de no retorno. Conocerlo –y controlarlo– comienza en las primeras fases del desarrollo. “Es algo que se explora desde que comienza la masturbación”, explica Pedro Lucas. “Si no conocen su organismo, no conocen las sensaciones de su cuerpo, donde está el punto de no retorno en el que ya no se puede controlar la eyaculación. Cada hombre tiene que aprender a detectar esas sensaciones”. Y ¿qué es lo que hay que descubrir?
En el punto de máxima excitación, los testículos están elevados y completamente congestionados. La corona del pene se llena de sangre y los fluidos se concentran en el final de la uretra, creando una sensación de pesadez que los hombres reconocen como la señal de orgasmo inminente. Y… justo ahí, antes de que se inicien las contracciones que dispararán la eyaculación, es donde hay que respirar profundo.
Controlar la respiración tipo yoga
En 2010, The Journal of Sexual Medicine publicó dos estudios realizados en la India con sesenta y cinco hombres que hacían yoga. Su práctica, asociada a ejercicios de respiración, incrementaba el deseo masculino, mejoraba la erección y el control eyaculatorio, y la intensidad del orgasmo. Respirar ¿estilo yoga? ¿Cómo es eso? Los sexólogos hablan de la respiración triángulo: Inhala en 5 segundos, mantén la respiración otros 5 y exhala por 5 segundos. La idea es que sea lenta y calmada, para controlar que no se dispare la eyaculación.
En el hombre, una de las incógnitas biológicas más interesantes es precisamente esa: ¿cuándo se eyacula? Al parecer, el cerebro no se ve envuelto a la hora de enviar la señal específica al pene para que el semen salga disparado. Podría tratarse, según apunta la mayoría de los expertos, de un reflejo nervioso de la médula espinal. Un tipo de neuronas localizadas en la región lumbar son la llave de paso: en laboratorios se ha comprobado que, si se estimulan, provocan eyaculaciones en las ratas macho en casi el 100% de las veces. Eso hace posibles los orgasmos solo con imaginar, sin que haya tocamiento del pene. Explica Moncada que: “Las poluciones nocturnas van unidas a orgasmos. El hombre, mientras duerme, tiene erecciones durante el 40% del período de sueño. En la fase REM, sin que haya ninguna relación con sueños eróticos, el pene erecta. Es un mecanismos biológico, para mantener la erección en forma”.
El varón multiorgásmico
Justo ahí, en ese punto de no retorno, es donde el maestro del tantra es un prestidigitador. Ese momento, dice Keshava, de máxima energía sexual, “puede domarse y prolongarse durante horas”. Para lograrlo, lo primero que me dice es “olvídate de hablar de orgasmo. Se trata de conseguir largas sesiones de caricias, intimidad y encontrar y manejar esa energía sexual que te conecta con el cosmos, que va más allá del cuerpo. El cuerpo no es nada…”. Cuesta trabajo seguir a Keshava y los vínculos entre el orgasmo y la conexión con la espiritualidad. Así que busco información en un libro más que recomendable y de reciente publicación, S=EX2 La ciencia del sexo. Su autor, Pere Stupinyá, periodista científico, cuenta como el tantra le ayudó a averiguar que es multiorgásmico.
En el sexo tántrico, la penetración es solo un paso, posible o no. Y se anima a que se realice incluso aunque el pene no esté erecto. No es algo esencial ni un fin. La primera etapa es “estática”. El pene se queda inmóvil dentro de la vagina, mientras la pareja continúa acariciándose suavemente. Cuando se produce un aumento de sensibilidad genital, si sigues las instrucciones de respiración y toma de conciencia que antes puede enseñarte un maestro como Keshava, se consigue, según relata Stupinyá en su libro, dominar la musculatura pélvica que activa la eyaculación, amansar las neuronas de la zona lumbar que disparan el orgasmo, y así, la tensión sexual se distribuye por todo el cuerpo en lo que llama “orgasmo cósmico”, algo que se produce repetidas veces.
Las pulsaciones que normalmente se localizan en los genitales empiezan a subir por todo el cuerpo, se distribuyen por lo que el tantra considera los chakras y el placer se extiende internamente por órganos y músculos. No hay eyaculación, pero sí orgasmos múltiples. Ese es el secreto tántrico del hombre multiorgásimo. Para terminar, la descripción de un orgasmo de Manuel, 39 años: “Siento que soy el primer ser humano en volar, que me desprendo de la Tierra y el vacío va ocupando cada vez más zonas de mi cuerpo…”. Manuel no practica tantra, pero tampoco parece que le haga falta.
Redacción QUO
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