Un organismo semélparo es el que sólo copula una vez en la vida

Las comparaciones sí son odiosas

En este gráfico se ofrece una comparativa entre el número de cópulas a lo largo de la vida para las hembras de distintos animales: ratas silvestres, bonobos, humanos, leones, elefantes y semélparos.

Escarabajos en acción

La semelparidad viene en muchos casos impuesta por una limitación temporal. Y el mundo de los insectos constituye el máximo exponente. La brevedad de su vida de adulto sólo les permite, en el 99% de los casos,gozar de una única “noche de placer”. Claro que, en sentido estricto, sólo las hembras son semélparas, pues una vez cubiertas dedican toda su atención a la puesta. Los machos prosiguen con la caza hasta que el cuerpo aguante

Desmitificando a la mantis

 
Para mucha gente, el paradigma de la semelparidad viene representado por el macho de la mantis religiosa, que se supone devorado por su pareja tras el apareamiento. No obstante, recientes investigaciones desarrolladas por biólogos españoles han puesto de manifiesto que ésta es una apreciación incorrecta por estar basada en individuos mantenidos en cautividad, en reducidos espacios. En libertad, los machos normalmente son capaces de huir al abrazo mortal de su compañera, e incluso existen especies como la ibérica (Empusa pennata) que comparten comida tras la cópula.

Las mariposas saben “sellar” su amor

Una mañana de junio, multitud de mariposas nacaradas (Argynnis paphia), sobrevuelan las praderas en un aparente caos circulatorio. En su mayor parte son machos frenéticos que en lo único que piensan es en buscar entre la vegetación alguna hembra recién eclosionada. Saben que el primero que la localice será agraciado con un único apareamiento de unas cinco horas de duración. Ellas dan por bueno este único coito, pues imaginan que el primero en llegar debe ser el “atleta” más completo.
Otro fenómeno parecido ocurre durante la noche, aunque de una forma más sosegada. Se trata del gran pavón nocturno (Saturnias pyri), la mariposa más grande de Europa, cuyas hembras esperan con paciencia que su efluvios atraigan a algún macho. En algunas especies, éste, no contento con que su pareja vaya a morir en unas pocas horas, y para segurarse que él será el único padre, tapona con un  pegote de cera la abertura sexual de su pareja, condenándola a una vida de semelparidad por partida doble.

Morir de pasión

Los machos de la especie Antechinus stuartii, un ratón marsupial, rebosan testosterona a finales de julio, justo cuando comienza el período de celo, y con él, las violentas batallas para acoplarse con las hembras. Con semejante “tratamiento” a base de peleas y sexo, es normal que al finalizar la breve época de apareamiento los machos presenten un estado lamentable en el que se combinan las heridas de guerra propias del batallar con las consecuencias de la ansiedad y el estrés: sus sistemas inmunitarios están muy afectados, por lo que muchos acaban siendo presa de los parásitos y la mayoría presentan úlceras de estómago por las que sangran en abundancia. La consecuencia es que la práctica totalidad de los machos morirá en los días siguientes a causa de tan frenética actividad sexual, y una vez cumplido su papel en la vida: transmitir sus genes a su descendencia. Las hembras de Antechinus sobreviven y se ocupan de sus cachorros, pero quedan tan debilitadas que la mayoría no alcanzará la siguiente temporada de celo.

Con el primero que pase

Existen hábitats que poseen unas dimensiones extraordinarias, como, por ejemplo, las fosas abisales oceánicas. En estos ambientes, muchas especies tienen un grave problema a la hora de encontrar pareja. Uno de sus moradores, el pez Haplophryne schmidti, lo ha resuelto de una manera un tanto peculiar. Las enormes hembras, llegada su madurez, producen un olor característico  que esparcen por el agua; ésa es la señal para que los diminutos machos empiecen a buscar por todo su territorio. Una vez que se ha producido el encuentro, ellos se pegan con su boca al vientre de su pareja y allí van horadando durante días un agujero al que quedan firmemente anclados. Los dientes se les caen unos días más tarde y empiezan a succionar sangre, como si fueran garrapatas; así permanecerán toda su vida, en un coito eterno, en el que ellos siempre estarán disponibles para ella.

La misteriosa dejadez de “mamá” pulpo

En ocasiones, los motivos por los que un organismo apuesta por la semelparidad siguen siendo un misterio. La hembra del pulpo mediterráneo, una vez que pone sus huevos, pierde el interés por alimentarse y, como consecuencia, muere al poco tiempo. Lo más chocante es que no se aprecia una razón que justifique dicha actitud.
Lo que sucede es que, una vez realizada la puesta, la glándula óptica segrega una hormona que inhibe su instinto de alimentarse hasta morir de inanición. Se ha comprobado que la extirpación de dicha glándula supone la imposibilidad de procrear, la reanudación de la función alimenticia y por tanto, la prolongación de la vida.

Toda una vida hacia el sexo

Ha llegado el gran día para los salmones europeos (Salmo salar): ese en el que remontarán los ríos que les vieron nacer, y en el cuya tarea consumirán todas sus energías. El último aliento lo destinarán al apareamiento, tras el que, exhaustos, fallecen. Pero no es en vano: gracias al sacrificio paterno, las crías nacen en un ambiente más tranquilo, y además, los cadáveres de los padres  fertilizarán las frías y estériles aguas de los torrentes: aportarán una ración extra al plancton microscópico que, después, servirá de comida a los mismos salmones recién nacidos.

Aquí te pillo, aquí te mato

Otra de las causas que subyace bajo la semelparidad es la querencia por las relaciones “peligrosas”, las cuales constituyen una elección especialmente excitante para los machos de muchas especies de arañas; como la araña de jardín macho (Araneus diadematus), que, tras aparearse, suele ser devorado por su amante. La hembra, una vez satisfecha sexualmente, aprovecha para recuperar fuerzas, enrollando al “Casanova” de turno en su tela, clavándole sus quelíceros y absorbiendo así todo su contenido.