Muchas leyendas urbanas hablan de historias tales como un grupo de personas, sentadas en sillas de eneas y que, a sueldo de la industria ‘millonaria’ de las pipas, se ponen a pelarlas con sus propios dientes. Pero como podréis intuir, la historia popular es un bulo.
El proceso de pelado de pipas es bastante más sencillo e… higiénico. El primer paso es poner las pipas a tostar. Esto provoca que la cáscara se seque con facilidad y se resquebraje un poco. Después, las introducen en una especie de ‘lavadora’ que ira poco a poco subiendo la presión del aire y las hará girar violentamente, destruyendo así la cáscara. Una vez las cáscaras han quedado destrozadas, el producto procedente de la ‘lavadora’ se pasa por varios tamices para conseguir separarlas perfectamente. Y de ahí, directas al envasado.
*Publicado en Quonectados nº 226
Redacción QUO
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