Rotundamente no. Sí es cierto que nuestros progenitores eran bastante terribles a la hora de amenazarnos con los efectos de las golosinas, pero esto se pasaba un poco de rosca. El chicle, ni se pega en las paredes del estómago, ni puede obstruir vías respiratorias, ni tampoco tarda siete años en digerirse.
La realidad es que pasa con la misma pena y gloria por el proceso digestivo que un pedazo de pan.
*Publicado en la sección Quonectados.
Redacción QUO
Los científicos confirman la composición del núcleo interno de la luna, que consiste en una…
El cambio climático multiplica la amenaza de la resistencia a los fármacos antimicrobianos
Un equipo de geólogos descubre rocas de 3.700 millones de años de antigüedad, que podrían…
Los fósiles excepcionalmente conservados de un antiguo tiburón que convivió con los dinosaurios han revelado…
El aumento de la esperanza de vida y el retraso de la jubilación podrían explicar…
Tiene una imagen futurista, llega con motores de gasolina 1.0 y 1.2 y se venderá…