Atacar Japón con un ejército de murciélagos equipados con bombas. Parece una idea disparatada, pero estuvo a punto de ponerse en práctica durante la II Guerra Mundial. Esta idea fue concebida por un dentista estadounidense llamado Lytle S. Adams, tras el ataque a Pearl Harbor, quien envió un proyecto detallado con su plan a la Casa Blanca. El presidente Roosevelt le dio el visto bueno y se asignó un presupuesto de dos millones de dólares para esta peculiar estratégica.
Pero, ¿por qué usar murciélagos y no otros animales? Básicamente, porque estos podían orientarse en la oscuridad y transportar un peso muy superior al de su propio cuerpo. Lo curioso es que las primeras pruebas dieron resultado, y los murciélagos se revelaron eficaces bombardeando una falsa ciudad japonesa construída en el desierto de Nevada.
Finalmente, esta estrategia se abandonó proque el Departamento de Defensa prefirió centrar sus esfuerzos y recursos en desarrolla rel Proyecto Manhattan y fabricar contra reloj una bomba atómica.
Redacción QUO