Según rezaba en su tumba, los sacerdotes Khnumhotep y Niankhkhnum tenían a su cargo la manicura del rey egipcio Niuserre ya en 2350 a. C. Sin embargo, más allá de la estética, la función principal de estos corpúsculos de queratina en el extremo de nuestros dedos es la de protegerlos, y ayudarnos a asir y manipular objetos pequeños. Su utilidad depende de su fuerza, que varía de una persona a otra, pero, según un curioso estudio llevado a cabo por el estadounidense Michael Maloney, esa fuerza es la misma en personas vivas y cadáveres, algo que seguramente habría agradado a los dos manicuros egipcios. Lo que sí cambia es el ritmo al que crecen las uñas de los distintos dedos, y puede verse afectado también por determinadas enfermedades o por factores externos, como la temperatura. De hecho, se ha comprobado que las uñas avanzan más rápido en verano que en invierno. En general, se ha calculado que una uña “promedio” crece unos dos milímetros por semana, y tarda entre tres y seis meses en regenerarse por completo.
Redacción QUO