En una escena de la película Annie Hall, la pantalla se desdobla y vemos simultáneamente a los dos miembros de una pareja (Woody Allen y Diane Keaton) en consulta con sus respectivos terapeutas. El psicólogo le pregunta al marido: “¿Con qué frecuencia hace el amor?”, y él le responde, con tono desanimado: “Buff, poquísimo, solo tres veces a la semana”. Cuando el otro terapeuta se lo pregunta a su esposa, ella le contesta: “Una barbaridad, ¡tres veces por semana!”
En una escala del 0 al 10 que sirva para medir el deseo sexual, ¿qué puntuación nos daríamos? ¿y qué puntuación daríamos a nuestra pareja? Dependería del momento, de la racha, del tiempo de relación, de las hormonas, del estrés… No, no es tan sencillo coincidir, sobre todo, cuanto más cerca se está de los extremos. Así, en el cero de esa escala estarían los asexuales, personas que no sienten ningún tipo de impulso sexual. ¿Bichos raros? Bueno, ellos entienden que no, y de hecho han empezado a asociarse, para defender su normalidad. La idea que sostienen en páginas como asexuality.org y en la Comunidad de Visibilidad y Educación Sexual (AVEN), es la de que su inapetencia no se debe a motivos religiosos ni culturales, ni tampoco a fobias o experiencias traumáticas, o con amantes mediocres. Sencillamente, no tienen ganas y están bien así, por lo que buscan conocer a otras personas que sientan (o no sientan) como ellos. Llegan incluso a casarse, pero no mantienen relaciones sexuales, como asegura uno de sus recatados portavoces, Paul Cox, en una columna en el diario The Guardian: “Estamos casados, pero no tenemos sexo”.
Los asexuales defienden que lo suyo no es –como en el caso de los célibes, que reprimen sus deseos– una elección: según ellos, se trata de una orientación sexual más, que comparte el 3% de la población. Pero esto no está tan claro para los expertos: “Habría que profundizar en la psicología de los que se autodenominan asexuados. Porque quien tiene una sexualidad activa y favorable no hace campaña, no se asocia, no reivindica. Cuando haces proselitismo para una causa es porque tienes una necesidad. Porque algo va mal”, sostiene Francisco Cabello. Y el doctor Carlos San Martín (ambos de la Asociación para la Promoción Integral de la Salud Sexual) apostilla: “No se puede ser asexuado. Escucho muy a menudo que uno puede vivir sin sexo, y yo digo que no, porque somos seres sexuados. Otra cosa es que se pueda vivir sin actividad sexual. Eso sí”.
Tómate la temperatura
Sexoadictos: La obsesión por el sexo es el centro de su vida, y altera todo su entramado social, familiar y laboral. Es una compulsión, una adicción más, y pocas veces se produce por una sobreproducción de testosterona. Es muy habitual que se dé asociada a la cocaína.
Hipersexuales: Tienen ganas a todas horas, y desearían hacer el amor al menos una vez al día. Se masturban con mucha frecuencia. Este sustituye los antiguos conceptos de ninfomanía y satiriasis (así se llamaba el fenómeno en los hombres). Hasta el 6% de la población lo padece, y solo el 2% son mujeres.
La Media: En la que se encuentra la mayoría de los mortales, entre 1 y 2 veces por semana.
Hiposexuados: Tienen orientación sexual (pueden ser homo, hetero o bi), pero sienten poco deseo. Mantienen relaciones una vez al año y se masturban cada seis meses. Puede deberse a causas orgánicas o a un proceso psicológico en el que va desapareciendo progresivamente el interés por el sexo.
Asexuales: Nunca tienen ganas, no experimentan ningún tipo de deseo, atracción ni impulso sexual, y se sienten bien así. Buscan casarse con personas como ellos, y no mantienen relaciones sexuales.
Redacción QUO