Todas las burbujas económicas tienen algo de delirantes, si se las mira con la perspectiva adecuada. Pero, probablemente, ninguna alcanzó el grado de demencia de la llamada «burbuja de los tulipanes», el primer caso conocido de este tipo de fenómenos especulativos.
Fue en el año 1593 cuando la flor del tulipán, procedente de Asia, se introdujo por primera vez en los Países Bajos. Poco a poco, las clases nobles fueron coleccionándolos, convirtiéndose en un símbolo de riqueza. Y, aunque la flor solo crecía en primavera y verano, la situación llegó a ser tan disparatada que mucha gente pagaba por adelantado para recibir sus tulipanes en la estación correspondiente. La locura por estas flores llegó al punto de que, en 1635, se llegaron a vender cuatro decenas de bulbos por 100.000 florines (cuando un salario medio solo rondaba los 200).
El 5 de febrero de 1637, un lote de cien tulipanes se vendió por 90.000 florines. Fue la última buena venta que está documentada ya que, al día siguiente, otro lote que salió al mercado no encontró comprador. Y aquello fue el principio del fin. Los precios comenzaron a caer en picado hasta que se produjo el desastre. Muchas personas habían contraído enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada y se encontraron en la ruina. La crisis afectó prácticamente a todos los estamentos sociales de la época.
Redacción QUO