Tradicionalmente se pensaba que las armaduras de los caballeros medievales eran tan pesadas y rígidas que les impedían moverse como libertad. Hemos visto incluso reconstrucciones en el cine, en las que eran izados mediante sogas para poder subirse a un caballo. Pero, ahora, una investigación realizada por el historiador suizo Daniel Jaquet, y publicada en la revista Historical Methods: A Journal of Quantitative and Interdisciplinary History, revela que no es así.
Para su estudio, se utilizó a un voluntario en buena forma física, y se le equipó con una armadura del estilo de las que se usaban en Europa durante el siglo XV. luego, se le pidió que realizara una serie de actividades tales como montar a caballo, partir leña, luchar con la espada…, descritas en el libro Fight Books, un tratado medieval escrito por un caballero llamado Jean le Meingre.
Y el resultado fue que el sujeto se movía con notable agilidad, sin que la armadura supusiese un impedimento serio. Por supuesto, necesitó más energía para poder realizar todas esas tareas, lo que se tradujo en un mayor agotamiento. Pero, según el autor de la investigación, el efecto de la armadura en los caballeros sería similar al que tienen los chalecos antibalas y los equipos de protección modernos en los soldados actuales, o el de los cascos y botellas de aire comprimido en los bomberos.
Vicente Fernández López
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