Si eres supersticioso te avisamos de que el año 2016 termina con malos presagios de cara al 2017. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que este año no se ha producido el milagro de la sangre de San Genaro.
Se trata de una reliquia que se conserva custodiada entre los tesoros de la catedral de Nápoles. San Genaro fue un obispo martirizado hasta la muerte por los romanos. Su sangre, sólida y ennegrecida, se conserva en una ampolla y unas tres veces al año (en marzo, septiembre y diciembre) se produce el llamado milagro de la licuefacción, en el que el fluido se vuelve líquido y rojizo.
Pero este año, y a pesar de contar con la presencia del papa Francisco, el milagro no se ha producido y la sangre se ha mantenido en su estado sólido. Lo que, según la tradición, se interpreta como un mal augurio e incluso como el vaticinio de una catástrofe.
Los más supersticiosos en Nápoles hablan ya de una inminente erupción del Vesubio ya que el santo, además de patrono de la ciudad, era considerado también el protector de la misma frente a la ira del volcán.
Pero no está de más explicar que el fenómeno de la licuefacción según la ciencia no tiene nada de milagroso, ya que se da con frecuencia en los fluidos llamados no newtonianos, que se comportan como sólidos cuando están en reposo, y se vuelven líquidos cuando se les somete a algún tipo de presión.
Vicente Fernández López