La primera vez que escuchamos un sonido muy fuerte e inesperado nos sobresaltamos. La segunda vez, el sobresalto ya es algo menor. Y la tercera ni nos inmutamos. Pero, ¿por qué?
Un estudio realizado por investigadores de la Western’s Schulich School of Medicine & Dentistry, en Canadá, ha encontrado la respuesta. Y se debe a que poseemos una habilidad conocida como adaptación acústica. Ahora, los investigadores canadienses han descubierto por fin el mecanismo molecular del que depende su funcionamiento.
Y el origen de dicha capacidad se encuentra en los BK, los llamados canales iónicos del potasio, que son los que permiten o impiden el paso de determinados iones a través de las membranas celulares. Estos canales también actuan como compuertas que regulan el paso de los estímulos externos, entre ellos los sonoros.
Por eso, cuando un estímulo sonoro inesperado es demasiado fuerte, se van cerrando para impedir que perturbe a nuestro cerebro.
Fuente: ScienceDaily.
Vicente Fernández López