A principios de octubre se detectó en los cielos de Europa un pico inusitado de radioactividad. Fueron científicos alemanes quienes hallaron unos niveles anómalos de un isótopo llamado Rutenio-106, sin que se supiera cual era la fuente emisora. La nube radioactiva se mantuvo durante quince días sobre los cielos de Europa. Pero, ahora, un informe del Instituto de Protección Radiológica y Seguridad Nuclear, francés, asegura que el lugar de origen se encuentra situado en algún punto entre el río Volga y los montes Urales, y que lo más probable es que se deba a alguna fuga radioactiva en instalaciones de Rusia o Kazajistán.
La respuesta de Rusia no se ha hecho esperar, y ha negado que haya habido alguna fuga en ninguna de sus instalaciones. Pero las autoridades de Kazajistán guardan silencio por el momento. Hay que tener en cuenta que el Rutenio-106 se utiliza en la fabricación de satélites y también para tratar algunos tipos de tumores. Por eso, dados los niveles detectados, se descarta que pueda deberse a un accidente en algún reactor nuclear y se piensa más bien que pueda deberse a una fuga en una planta de medicina radioactiva, o en algún centro de tratamiento de combustible nuclear.
Otra posible fuente emisora podría ser la reentrada de un satélite en la atmósfera terrestre, pero no se ha registrado ningún evento similar en fechas recientes. Afortunadamente, según la agencia francesa, los niveles de isótopo detectados no resultan perjudiciales para la salud humana.
Hay que recordar que en febrero de este año el mismo organismo francés detectó la presencia en el cielo de varios países europeos (incluida España) la presencia de una partícula radioactiva llamada yodo-131, y se sospechó que procedía de alguna fuga producida en el Mar Báltico.
Si las sospechas de la agencia francesa son ciertas, todo apuntaría a que el origen de esta nueva nube radioactiva sería una planta de reprocesamiento nuclear situada en los Urales y conocida como Asociación de Producción de Mayak. Precisamente allí, en 1957, se produjo el que está considerado el tercer accidente nuclear más grande de la historia, por detrás de los de Chernóbil y Fukushima.
Vicente Fernández López