Qin Shi huang reinó en China entre el 221 y el 210 adC. Está considerado el primer emperador del país asiático, ya que fue el hombre que unificó diversos territorios hasta alcanzar las dimensiones que la nación tiene en la actualidad. También fue él quien inició las obras de lo que se convertiría en La Gran Muralla.
Pero el emperador fue también un hombre despótico y obsesionado con la muerte. Y, ahora, investigadores del Hunan Institute of Archaeology, han descubierto también que esa obsesión le llevó a ordenar a sus súbditos la búsqueda de un elixir de la eterna juventud. Lo han averiguado tras decifrar los textos escritos en 36.000 tablillas de madera, que fueron encontrados en un pozo en la provincia de Hunan.
En esos documentos se recoge también algunas de las respuestas de los gobernadores de varias provincias chinas. Algunos confesaban su impotencia para hallar semejante remedio y, otros, sugerían el uso de ciertas hierbas a las que se atribuían poderes milagrosos.
Es evidente que el emperador nunca encontró ese elixir, ya que falleció tras once años de reinado, y antes de cumplir cincuenta años. Los investigadores creen que esa obsesión por la inmortalidad, y la imposibilidad de encontrar una pócima milagrosa que le librara de la muerte, pudieron ser una de las causas que le empujaron a crear el fabuloso ejército de guerreros de terracota. Una tropa de ultratumba que le protegería en su inevitable viaje al más allá.
Vicente Fernández López
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