Que el rostro es como un espejo en el que se reflejan las emociones, es algo que ya sabíamos. Pero una nueva investigación realizada por la Universidad de Ohio ha descubierto que existe un detalle sutil que delata lo que sentimos, aunque no movamos ni un músculo: el color.
Los investigadores fueron capaces de identificar una serie de patrones de color, provocados por el flujo sanguíneo, asociados con cada emoción. Así, una tonalidad entre amarilla y azulada alrededor de los labios, está relacionada con una sensación de disgusto. En cambio, un enrojecimiento en las mejillas y en las sienes, y un tono azulado en la barbilla, es un indicador de felicidad.
A continuación, basándose en estos patrones, los autores del estudio les pidieron a un grupo de voluntarios que trataran de identificar que emoción concreta reflejaban una serie de fotografías de rostros humanos. Y el resultado fue que un 80% de los participantes en la prueba fue capaz de identificar correctamente las fotos vinculadas a la felicidad. Aunque el porcentaje de aciertos (aún siendo altos) descendió cuando se trataba de emociones más negativas.
Esta capacidad para deducir las emociones ajenas se produce de forma inconsciente, y se piensa que puede ser una herramienta evolutiva de nuestra especie que no poseen el resto de los primates, ya que al tener el rostor cubierto con pelo, no pueden desarrollarla.
Fuente: ScienceDaily.
Vicente Fernández López
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