Un protocolo que detalle paso a paso qué hacer con un cadáver suena macabro, pero es imprescindible. Solo con pautas estrictas es posible reaccionar de modo eficiente cuando hay que recuperar un cuerpo del fondo del mar o en lo alto de una montaña. Y si esos protocolos no existen, tarde o temprano hay que elaborarlos, como acaba de descubrir la NASA.
La muerte ha sido hasta hace poco un tema tabú para la agencia espacial estadounidense. Tal y como reconoce Richard Williams, oficial médico de la NASA: “Nunca hemos tenido un protocolo oficial que dictara cómo reaccionar en caso de muerte. Aunque el sentido común nos decía que si un compañero fallecía en la Estación Espacial Internacional (ISS), el cuerpo sería introducido en una bolsa de plástico y trasladado a la Tierra en la Soyuz”.
Ritos fúnebres en Marte
De hecho, la primera vez que las agencias espaciales se plantearon qué hacer ante dicha crisis fue en 2007, con motivo del viaje a la ISS de Muszaphar Shukor, el primer astronauta musulmán. Antes fue necesaria una compleja negociación con sus imanes, quienes dieron una autorización especial para que, en caso de muerte y si no era posible trasladar el cuerpo a la Tierra (como mandan las leyes islámicas), se pudiera realizar un funeral espacial.
Ahora, cuando la posibilidad de realizar el primer viaje tripulado a Marte es bastante real, la idea de que se produzca una muerte en una misión tan larga ha obligado a la NASA a elaborar el primer protocolo sobre cómo actuar. La agencia ha recabado las opiniones de prestigiosos asesores (filósofos, biólogos…), que se han puesto de acuerdo en cuestiones básicas: el coste de la misión a Marte hace impensable la posibilidad de abortarla en caso de muerte, y congelar un cadáver y custodiarlo en la bodega de la nave durante toda la expedición podría someter a la tripulación a una presión emocional extra. Un funeral espacial se perfila, por tanto, como la mejor solución.
Los muertos no causan epidemias
Más claras están las cosas cuando se trata del cuerpo de un ahogado. Lucía Méndez, de Salvamento Marítimo, nos explicó que no existía ninguna obligación legal de recuperar los cadáveres del fondo marino tras un naufragio. Pese a ello, realizan esta tarea en colaboración con la Guardia Civil del Mar por razones humanitarias. Tienen un plan de acción que establece claramente qué material deben usar estos equipos de rescate y cuántas personas deben formar cada unidad (cuatro: el patrón de la embarcación y tres buzos, uno que coordina las operaciones y otros dos que realizan las inmersiones).
Respecto a los rastreos en la montaña, los protocolos establecen que nunca se suspenda la búsqueda de un alpinista muerto. Pero si el tiempo pasa y el cuerpo no aparece, el dispositivo se reducirá a tres hombres. Aunque la situación extrema es qué hacer con cientos de cadáveres, como sucede después de una catástrofe. Es frecuente ver cómo tras una tragedia se producen enterramientos o incineraciones masivas para evitar posibles epidemias.
Pero la Organización Mundial de la Salud ha emitido un informe para poner fin a varios falsos mitos. Según aclara la OMS, los cadáveres no provocan epidemias, y el único riesgo que existe es que puedan causar diarreas si entran en contacto con alguna fuente de agua. La gestión debe centrarse en cómo conservarlos el mayor tiempo posible, improvisando frigoríficos y congelándolos con hielo seco (dióxido de carbono a -78ºC), para que sus familiares puedan identificarlos.
Vicente Fernández López