El emperador Akbar el Grande tuvo la idea de convertir los jardines que rodeaban su palacio en una especie de tablero gigante.
Inicialmente, las piezas del juego no eran fichas, sino doncellas, y la suerte la echaba el emperador lanzando veinticinco conchas.
Del numeral indio (pacisi) toma su nombre el juego. La meta era llegar cuanto antes al centro del tablero, el trono del emperador, donde la ganadora recibía un premio de carácter erótico.
Cuando los ingleses lo trasladaron a Europa en el siglo XIX, perdió este significado: sustituyeron las muchachas por las piezas de marfil, e incluyeron el dado y el cubilete que ya se usaban en el juego de la oca.
Redacción QUO