Mi mujer está de pie junto a la puerta del baño, me mira mientras me cepillo los dientes, al tiempo que uso una aplicación para el iPhone que indica el tiempo exacto para un correcto cepillado. “Treinta segundos en la zona molar superior. ¡Hecho!” Mi chica no habla, pero sus ojos dicen: “Te estás volviendo loco”.
Desde que me compré mi iPhone, me he enganchado a descargar aplicaciones (apps, para los amigos) en la tienda que Apple tiene en la red. Una aplicación no es más que un programa simple de ordenador, pero el término “aplicación” se asocia a los que pueden descargarse en los teléfonos inteligentes para aumentar sus habilidades de un modo imaginativo y novedoso.
Confieso que he encontrado productos del App Store (la tienda de Apple)de gran utilidad casi en cualquier situación. En ciudades que visito por primera vez, uso programas que me permiten encontrar las gasolineras más cercanas, el cine o incluso el baño público que me pilla más a mano.
Con otro, puedo hacer el seguimiento tanto de la duración como del tiempo de mi trabajo. También llevo un control de los ejercicios que hago a diario. Incluso este artículo ha sido elaborado gracias a una aplicación de grabación de voz (iDictaphone) que he usado para registrar las entrevistas.
Pero no soy el único que padece este “app-turdimiento”. Hasta hace un año, apenas había aplicaciones registradas. Ahora, la combinación de estas piezas de software inteligente con los sensores y la conexión a la red que llevan los teléfonos actuales está provocando una genuina revolución tecnocultural.
Exclusivamente para el iPhone se han llevado a cabo más de 1,5 millones de descargas de programas en un solo año. De modo que la competencia también ha creado sus propias tiendas de aplicaciones.
Estoy de marcha con mis amigos y acabamos de pedir la última en un bar. Richard tiene un nuevo iPhone y una aplicación llamada AroundMe, que te dice qué empresa de taxis tiene unidades más cerca. Treinta segundos después, el taxi nos lleva a casa.
Las aplicaciones (también denominadas widgets) ya existían en otros teléfonos móviles, como la Palm Treo hace ya casi una década. ¿Qué hace que ahora sean un bum?
La respuesta corta es que las antiguas no eran especialmente buenas. “Eran difíciles de descargar y necesitabas ser algo experto para usarlas”, dice Gerard Goggin, sociólogo de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sydney, Australia, estudioso del impacto del iPhone. Por un lado, hay quien dice que Apple no es más que un creador de gadgets de moda; del otro, hay quienes llaman al iPhone “el teléfono de Jesús”, “el secretario”, “la navaja suiza”…
Steve Jobs logró con el iPhone que los operadores de red móvil soltaran el control que tenían sobre las aplicaciones. Así pudo nacer App Store, que Apple controla y que ha diseñado de manera tan intuitiva como el iTunes.
Redacción QUO
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