El próximo 13 de julio, un edificio de la ciudad de Burgos arderá en llamas. Unas llamas virtuales, por supuesto. Las que gracias a las nuevas tecnologías de efectos especiales envolverán al edificio del Museo de la Evolución Humana. ¿Y por qué una forma tan pirotécnica de inaugurar dicha institución? “Es un modo de rendir homenaje al hombre prehistórico”, nos explicó Antonio Mencía, Director de Comunicación y promoción del Museo. “Según los paleontólogos, para ellos el fuego, además de un elemento básico para la supervivencia, tenía un sentido ritual y purificador. Y nosotros hemos querido recuperarlo como símbolo y presagio de la excelente acogida que tendrá esta institución”.
El proyecto de este museo nació en 2000, inspirado como no en los cercanos yacimientos de Atapuerca. Los tres codirectores de estas excavaciones, Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y Bermúdez de Castro, han jugado por tanto un papel decisivo en la inspiración y en el impulso de este proyecto.
Pero no fue hasta 2003 cuando las obras del edificio, diseñado por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, comenzaron. El resultado final es un conjunto que mira de reojo (con una inclinación de cinco grados) a la suntuosa catedral burgalesa. El conjunto museístico está formado por tres edificios. Uno de ellos es un centro de investigación en el que, además de analizar los restos provenientes del yacimiento de Atapuerca, se espera prestar apoyo y colaboración a investigadores extranjeros. El segundo edificio es un auditorio destinado a acoger congresos y actividades culturales de todo tipo. El tercero es, finalmente, el museo propiamente dicho.
Nada más entrar, el visitante encontrará una reproducción exacta del medioambiente de Atapuerca en tres momentos climáticos muy diferentes de la prehistoria. Luego comenzará su vista a lo largo de tres niveles o pisos.
En el primer nivel, el tema será la evolución en sí misma. Explicando a través de dioramas, vídeos y otros procesos multimedia las ramas de las diversas especies de prehomínidos.
El segundo nivel está dedicado a Darwin y Ramón y Cajal. Para que el público comprenda cual fue la trascendencia del viaje del naturalista británico en el Beagle, y el papel que el cerebro ha jugado (y aún sigue jugando) en la evolución humana.
El tercer nivel será un homenaje a la creatividad de quienes nos precedieron en este planeta. Mostrándonos, el fuego, la rueda y todos aquellos instrumentos que gracias a su imaginación y habilidad les llevaron a convertirse en la especie dominante.
“Queremos que este museo sea el mejor de su categoría”, explicó Juan Luis Arsuaga. “No podemos conformarnos con menos. Y, por supuesto, al igual que nuestra especie, el museo evolucionará y sus contenidos irán variando en función de los nuevos descubrimientos que se vayan realizando. No será un museo muerto, sino algo vivo y en perpetua evolución”.
Ya lo dice el nombre… Museo de la Evolución.
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