La película de Steven Spielberg Minority Report, estrenada en 2002, es una frecuente referencia para un buen puñado de nuevas tecnologías. No es de extrañar: su director convocó a un grupo de científicos para intentar que el año 2054 del filme se acercase lo más posible al real.
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Pero a los informáticos había una tecnología, en concreto, que nos hacía salivar de deseo. Cuando Tom Cruise investigaba un precrimen, lo hacía delante de una pantalla transparente cuyas imágenes manejaba a cierta distancia mediante gestos con las manos y los dedos. Movía las fotografías y los vídeos, los ampliaba, los congelaba y ponía en marcha fotograma a fotograma, como si fuera un director de orquesta.
Uno de los pasos más grandes que se han dado para acercarnos este futuro ha sido el periférico Kinect, desarrollado por Microsoft para su consola Xbox 360. Superados por su rival, la Wii de Nintendo, merced a un innovador mando capaz de detectar los movimientos y giros, Microsoft fue más allá. Optó por abandonar por completo la idea de mando y convirtió nuestro cuerpo en el sistema de control.
El corazón de Kinect es proporcionado por la compañía israelí PrimeSense. El dispositivo emite un patrón de infrarrojos consistente en una serie de casillas con la forma de un tablero de ajedrez o damas, y una cámara lo capta cuando vuelve. El chip incorporado calcula, a partir de las diferencias entre la forma fija emitida y la captada por la cámara, la profundidad a la que se encuentra el objeto con el que los infrarrojos han chocado. Ese mismo procesador se encarga de reconocer a las personas y diferenciar las distintas partes de su cuerpo, lo que las convierte en algo similar a un esqueleto, aunque a poco nivel de detalle. A partir de ahí es donde el software desarrollado por Microsoft entra en acción, para reconocer los gestos y las caras, y poder ofrecer a los creadores de videojuegos su interpretación sobre qué está haciendo en cada momento el jugador que tiene delante.
Aquí aparecen algunas de sus limitaciones. Por ejemplo, es capaz de distinguir a seis personas, pero solo dos pueden jugar al mismo tiempo. Kinect es teóricamente capaz de funcionar cuando la gente se coloca a una distancia de entre 70 cm y 6 metros, aunque al conectarlo a la Xbox 360 esa capacidad se reduzca notablemente.
Un español en la cumbre del diseño
En cualquier caso, estas posibilidades estaban siendo explotadas solo por los creadores de videojuegos, hasta que Adafruit, una empresa que vende kits de electrónica para manitas, ofreció una recompensa para quien fuera capaz de averiguar cómo funciona el dispositivo y hacer un controlador para conectarlo a un ordenador. Dado que el aparato se conecta por USB, la labor que tenían ante sí los hackers era interceptar el diálogo que se producía entre la Xbox 360 y Kinect, e intentar descifrar el lenguaje por el que el periférico enviaba datos. Pocas horas después de que este se pusiera a la venta en España, el asturiano Héctor Martín ganó el concurso. Desde entonces, muchos otros desarrolladores han recogido su trabajo para crear programas que hagan posible conectar Kinect con Linux, Mac y Windows.
Héctor reconocía no tener ni idea de imagen digital, pero esperaba que pronto surgieran iniciativas que unieran tanto software nuevo como ya existente con las posibilidades que ofrece Kinect. Y vaya si ha sido así. Un gran número de hackers se han puesto a cacharrear con el aparato y ofrecer todo tipo de aplicaciones. Muchas de ellas son pruebas de concepto sencillas que intentan ser divertidas o curiosas. Por ejemplo, un programador con el apodo Yankeyan, ha desarrollado una aplicación que capta su imagen cogiendo entre las manos un palo de escoba y muestra un vídeo en el que lo sustituye por un sable láser que, naturalmente, hace su famoso zumbido al moverlo.
También se han hecho pruebas con motivos musicales. Los australianos Peter Morton y Matthew Yeung se han entretenido en imitar la escena de Big en la que Tom Hanks tocaba con los pies el teclado musical gigante de la tienda de juguetes FAO Schwartz de Nueva York. Solo que en su caso no existe más aparato que su ordenador, Kinect y un programa que les costó menos esfuerzo que el necesario para aprender a tocar correctamente la melodía de la película.
En las universidades de medio mundo están aprovechándose de las capacidades de esta tecnología y, por qué no decirlo, su bajo precio –existían antes soluciones similares en el mercado, pero por encima de los 10.000 dólares–, para detectar obstáculos. Investigadores de la Universidad Bundeswehr de Múnich han colocado el sensor en un pequeño vehículo de cuatro ruedas, y lo han puesto a recorrer el laboratorio evitando obstáculos. Con el mismo objetivo ha sido incorporado en Berkeley a un pequeño helicóptero casero, que tiene la dificultad añadida de tener que reconocer dónde está el suelo. También ha sido colocado por ingenieros del MIT en una aspiradora que elabora mapas en 3D de la habitación que está limpiando y obedece las órdenes que se le dan con las manos.
Pero tras años de usar ratón y teclado para relacionarnos con los ordenadores, las aplicaciones más interesantes son las relacionadas con la interacción hombre-máquina. Quizá la adaptación más sencilla ha sido la desarrollada por la empresa alemana Evoluce, que ha utilizado Kinect como un sustituto del ratón, aunque de forma demasiado directa: con una mano dirigimos el puntero y con la otra pulsamos.
A un paso del futuro
Más interesante es el trabajo del también alemán Florian Echtler. Su aplicación permite interactuar con unas fotografías desperdigadas por la pantalla, cogerlas, soltarlas en otro lugar, girarlas y ampliarlas mediante gestos naturales de las manos, tal como hacía Tom Cruise en Minority Report, pero sin los guantes que este usaba en la ficción.
Sin embargo, el premio gordo a la aplicación más prometedora y espectacular le pertenece a Garratt Gallagher, del MIT , quien ha logrado lo que el software de Microsoft se ha visto incapaz de conseguir hasta ahora: detectar correctamente los dedos. Para probarlo, han puesto en marcha una aplicación similar a la de Echtler, pero mucho más intuitiva y precisa.
Aún no está claro si Microsoft dejó abierto a propósito el protocolo de Kinect para que hackers de todo el mundo mostraran su creatividad y encontraran nuevos usos a su tecnología. O si todo ha sido un accidente. Pero visto lo visto, no sería extraño que dentro de unos años encontremos un sistema que nos permita una relación más sencilla con los ordenadores.