MIRA TAMBIÉN el espectáculo de las BEBIDAS ALCOHÓLICAS AL MICROSCOPIO

En la obra de Valle-Inclán Luces de Bohemia, un grupo de personajes (todos ellos poetas modernistas) comentan la historia del “enano de la venta”: un relato que trata sobre una posada en la que cada vez que había un tumulto, desde el piso superior asomaba una gigantesca cabeza que decía: “Como yo baje os vais a enterar”, y todos, muy asustados, se quedaban quietos. Hasta que un día, alguien con agallas le respondió: “Pues baja… Ah, ¿que no?… Pues entonces subo yo”. Y así descubrió que aquel cabezón no era de un coloso, como hasta entonces habían creído, sino de un pobre enano hidrocéfalo. Y es que las cosas no siempre son lo que parecen.

La escritora y filósofa Elsa Punset explica que nuestro cerebro no ve la realidad tal como es, sino que funciona según patrones de reconocimiento preestablecidos; por eso, a veces se equivoca y nos hace creer que vemos cosas que realmente no son. Es lo que algunos llaman el “efecto Rashomon”, en homenaje a una película de Kurosawa en la que varios testigos de un mismo acontecimiento no coincidían al relatar lo que habían visto.

Manchas con extrañas formas

También recibe el nombre de pareidolia, que es la ilusión que hace que percibamos determinadas formas (como los supuestos rostros que a veces creemos ver en las manchas de cualquier tipo) que no existen. Ejemplos de pareidolia serían las fotos de Marte que muestran una superficie que parece un rostro humano y las manchas de tinta sin forma concreta que los psicólogos utilizan para el llamado test de Rorschach, en las que cada paciente cree distinguir una figura bien diferente.

Nuestro cerebro está muy lejos de ser una especie de cámara fotográfica que retrate la realidad.  ¿Pero cómo se producen esas ilusiones ópticas? Tal y como describe una investigación dirigida por Akiyoshi Kitaoka, profesor de Psicología de la Universidad Ritsumeika de Kioto, su origen está en el área visual del cerebro. Esta solo analiza una parte de la información recibida por los estímulos externos (la que considera más esencial), comparándola con una serie de patrones preestablecidos y escogiendo los que más se ajustan a los datos procesados. Pero a veces se equivoca, y por eso no siempre lo que creemos ver coincide con lo que realmente es.

Ese efecto (o defecto) de la mente es la base de los trampantojos visuales y de los trucajes ópticos del cine. ¿Recuerdas El apartamento? Para diseñar la oficina en la que trabaja el protagonista y dar la impresión de que se trataba de un lugar inmenso, Billy Wilder fue alineando mesas cada vez más pequeñas. Así logró que los ojos del espectador creyeran ver un espacio mucho más amplio de lo que realmente era.

Probablemente tampoco reparaste nunca en que el avión que espera en el fondo de la secuencia de Casablanca en la que Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se despiden es tres veces más pequeño que uno normal, y que los pasajeros que suben a él son niños disfrazados de adultos? Qué ingenuo es nuestro cerebro, ¿verdad? Como prueba, aquí tienes las increíbles fotos de Matt Stuart.

Orejeras inhumanas

Cosas como esta son las que pasan al dar un beso a tu mascota en público. Aun así, hay que reconocer que el efecto es más digno que ponerse los navideños cuernos de reno.

El demonio del suburbano

“¿Por qué me dijeron que el Metro de Londres era un infierno a esta hora?”, se preguntaba este usuario. La respuesta se la podría dar el demonio que hacía cucamonas por la ventanilla.

¿Donde está mi cabeza?

En un arrebato cívico, alguien quiso recoger la cabeza del suelo y volver a colocársela a una de las estatuas. Para su sorpresa, la testa ya tenía dueño: un barbudo visitante del British Museum.

Tocando las narices

Uno aguanta que le toquen las narices… hasta un límite. Por eso, la paciencia de este chico sería digna del santo Job si no fuera porque la mano del póster, pese a las apariencias, ni le roza.

Conducir como un animal

¿Es que ya le dan el carné de conducir a cualquiera? Afortunadamente, no era el can quien pilotaba, sino su dueño, oculto por el parabrisas del coche.

Perro bicolor

Si, en vez de un perro, el protagonista de esta foto fuera un humano, diría que nos encontramos frente a un adicto al dominó.

Vaya basura de pavo

Te presentamos al primer pavo-ciborg, mitad carne y plumas, mitad metal. En fin… Solo son los delirios que provoca colocar un contenedor de basuras en el lugar adecuado.

Lluvia sin nubes

Seguro que al decir “me apetece comer algo fresquito”, no nos referimos a esto. Afortunadamente para el panoli de la foto, el jardinero no le regaba a él, sino sus flores.

Carretilla-taxi

¿Existe gente tan vaga que hay que llevarla en carretilla al curro? No seas malpensado. En realidad, el supuesto perezoso está trabajando como un titán en una zanja.

Bigote postizo

Aunque este poli se había afeitado, la sombra de un semáforo le hizo “crecer” un mostacho. Matt necesita sacar casi cincuenta fotos para conseguir una con el efecto deseado.