Rojas, blancas y azules. Triangulares, cuadradas y redondas. Así son la mayoría de las señales que regulan la circulación en nuestro país y que traen de cabeza a los alumnos de las autoescuelas cuando las tienen que memorizar. En España, la responsabilidad de las señales de tráfico depende del titular de la vía en la que se encuentran. La Administración Central en las carreteras nacionales, las Comunidades Autónomas en las autonómicas o comarcales y los ayuntamientos en el tramo de éstas vías que atraviesan su municipio, así como en los cascos urbanos correspondientes.
En este sentido, la legislación es muy clara: los responsables de las vías deben de seguir al pie de la letra las indicaciones del Catálogo Oficial de Señales de Circulación y Marcas Viales del Ministerio de Obras Públicas y Transportes: las señales deben ir acompañadas de dispositivos reflectantes para que sean legibles por la noche, deben estar colocadas a determinadas distancias unas de otras para evitar confusiones… Pero claro, para todo hay excepciones. Expliquémonos. En el Código de Circulación hay sólo dos señales para advertir de la presencia de animales; una con una vaca y otra con un ciervo. La primera anuncia animales domésticos (?) y, la segunda, salvajes.
Pues bien, en el madrileño municipio de Torrelodones han decidido hacer una pequeña modificación; “aquí tenemos muchas ardillas y nos daba pena que fueran atropelladas por los coches, así que hemos puesto unas cuantas señales que anuncian la presencia de estos animales”, explica Julián Nieto, Concejal de Obras y Servicios del Ayuntamiento de ésta localidad. Y no es una tontería. No en vano, según datos de la Dirección General de Tráfico, los animales son responsables de muchos de los accidentes mortales que se producen en las carreteras, sobre todo los perros, que provocan un tercio de los siniestros en los que están involucrados animales.
Más criptográficos
Pero una cosa son las señales de tráfico y otra la señalización viaria, es decir, todos los carteles informativos que hay en las ciudades y, a veces, también en las carreteras, pero que no son de obligado cumplimiento. “Para su diseño no hay una reglamentación, tan sólo unas recomendaciones, sobre todo en lo que se refiere a colores”, comenta el diseñador Alberto Corazón.
Y aunque la tendencia actual es reducir al mínimo la escritura de las señales y ser cada vez más criptográficos en previsión de una futura unificación de todas las señales de la Unión Europea, lo cierto es que esto, también puede ocasionar algún que otro problema. Por ejemplo, “cuando estuvimos señalizando la red de FEVE (Ferrocarriles de Vía estrecha) en el norte de España, nos dimos cuenta de que, en poblaciones no alfabetizadas, las flechas no significaban dirección”, explica Alberto Corazón. Y es que, pocas veces, por no decir nunca, se realiza un estudio previo sobre el entendimiento de los carteles por parte de los lugareños.
Así las cosas, lo que ocurre es que en ocasiones, se colocan inscripciones adicionales para clarificar un significado, algo que no siempre se consigue. Por ejemplo, conocido fue el caso que ocurrió en un barrio de Alicante, donde a una señal de circulación prohibida (un círculo blanco rodeado de un anillo rojo) se le añadió un cartel que ponía ‘excepto autobuses y taxis ocupados’ y otro que ponía ‘de 9 a 14’, de manera que ninguno de los vecinos tenía muy claro si podía pasar por la calle o no. Finalmente, tuvieron que quitarla.
Además, los diseñadores se quejan de las tipografías obsoletas y de los tamaños fuera de escala de la mayoría de las señalizaciones urbanas. “En general, tienen demasiado texto escrito y a un tamaño muy grande, lo que dificulta notablemente su lectura”, asegura Corazón. Y todo esto, sin tener en cuenta los errores que a veces se cometen o de la mera casualidad que puede convertir en algo realmente hilarante la señal de salida hacia el pueblo La Pera en Girona, Pepino en Toledo o, el peor de todos, Guarromán en Jaén.