Picados todos por el gusanillo de la curiosidad científica, y empapados de historia del arte, los “ratones de biblioteca” del Instituto para la Conservación y Restauración del Patrimonio Archivístico y Bibliográfico de Italia luchan precisamente contra bacterias, hongos, roedores y coleópteros que “pican” documentos históricos de toda Italia, o que han sufrido inundaciones, humedades y otras calamidades del paso del tiempo.
Incluso guerras que pasaron a través de sus páginas en forma de balas. Luchan con el entusiasmo de tener siempre un pie en dos peldaños de la historia: el de hoy y el del polvoriento siglo del ejemplar en el que están trabajando. Es más, son restauradores de hoy y de entonces, porque, dependiendo de los padecimientos de cada documento, utilizan técnicas de “resucitación” tradicionales –algunas, del Renacimiento– o las últimas tecnologías y herramientas químicas y tecnológicas del siglo XXI.
El laboratorio es pionero en erradicar colonias bacterianas y de hongos, suciedad y otras amenazas de distintos soportes a base de usar la goma gellan –empleada hasta ahora en alimentación–, que, al ser solo moderadamente adhesiva, absorbe la humedad, fuente de muchos problemas de conservación, pero no daña el documento.
Son químicos, físicos, biólogos e historiadores del arte al servicio de eso tan raro llamado papel.
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