Quién lo iba a decir: a lo largo de la historia, los habitantes de las regiones mediterráneas hemos caminado, en general, con piernas más largas en proporción al cuerpo que los escandinavos. A pesar de que su estatura media total ha superado a la nuestra desde, al menos, la Edad de Bronce.
La mayor longitud de los miembros inferiores se explica porque las anatomías más estrechas y de extremidades más largas evaporan mejor la humedad, lo que las hace más frecuentes en climas más secos. Por el contrario, la constitución de los esquimales evidencia el extremo opuesto: la conservación del calor en cuerpos más compactos. Aunque la estilización tiene sus repercusiones, como ocurre en algunas poblaciones africanas que compensan las caderas estrechas con una pelvis más profunda, para facilitar los partos.
Más de 2.000 esqueletos de hombres y mujeres de toda Europa han servido de base al primer estudio exhaustivo sobre los cambios en la complexión del Homo sapiens en los últimos 25.000 años.
El equipo internacional que lo ha realizado se ha servido de un sistema de ecuaciones elaborado por Christopher Ruff, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EEUU). Con él se puede calcular la estatura de un individuo a partir de las dimensiones de sus huesos más largos. De este dato y de la anchura de la cabeza del fémur pude deducirse también la masa muscular del cuerpo entero y de cada miembro.
La tendencia general en el planeta es de cuerpos de líneas más largas en zonas cálidas y más achaparrados en las frías.
Estamos encaramados en piernas más largas, pero el promedio de estatura total es más bajo.
Su elevada estatura se debe sobre todo a un tronco más prolongado en relación con las piernas.
La leche nos hizo grandes
La tendencia a los cuerpos más gráciles comienza a observarse “en el Neolítico”, subraya María Dolores Garralda, “con la domesticación del trigo y la cebada en Europa, la patata y el tomate en América, y el arroz en China, así como la incorporación de los alimentos lácteos”. En Japón aumentó la altura tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la influencia occidental enriqueció la dieta habitual.