Hay obras que seguirían siendo objeto de trifulca aunque el mismísmo autor se levantase de su tumba para aclararlos.
Quizá porque en la catalogación de obras interviene cada vez más gente. Hasta la aparición de las tecnologías de análisis químico (para datar y reconocer pigmentos y materiales) y de diagnóstico por imagen, la discusión discurría entre historiadores del arte y restauradores, que aportaban datos sobre la época, el pintor, o los personajes, las técnicas de pintura…
Pero ahora, una buena tomografía puede descubrir un pentimento que lo eche todo por tierra. Estos son algunos de los cuadros con más dudas a su alrededor.
Guardadamas en la penumbra
En La familia de Felipe IV (o Las meninas), todos están identificados, excepto el guardadamas que señalamos. Quizá sea el ayo Diego Ruiz Azcona. Tampoco se sabe si Velázquez está pintando la escena reflejada en un espejo, o si retrata a los reyes, reflejados en el “verdadero” espejo del fondo.
Aquí, una amiga… de Leonardo
Aunque oficialmente se trata de Lisa Gherardini, expertos del Estado italiano apuntaron en 2011 que el rostro podría estar inspirado en el amante de Da Vinci, Gian Giacomo Caprotti, “Il Salai”. Otros creen que se ayudó de un dibujo al natural de una amiga del genio.
Aquí sí sabemos que Van Gogh retrató al doctor Gachet. Pero no se sabe si el cuadro fue quemado junto con el cuerpo del hombre que pagó por él 82,5 millones de dólares en 1990, Ryoei Saito. Así prometió hacerlo y nadie ha vuelto a ver la obra desde su muerte, en 1996.
Este retrato siempre rodó por la colección de la corte de Viena. Ahora, los documentos que muestran las gestiones del genio de la música para hacerse con esa levita roja han sido definitivos para determinar que el hombre de este retrato de 1783 es Mozart.
El alcalde, el manco y el gesto raro
Los restauradores del Museo del Prado barajan varias posibilidades sobre la identidad del Caballero de la mano en el pecho. Podría ser Juan de Silva, alcalde del Alcázar de Toledo, donde se estableció El Greco. También dudan si el hecho de que esconda su otra mano será porque es Miguel de Cervantes, manco. Y tampoco se sabe si la posición de los dedos es un gesto de arrepentimiento o de juramento.
Unas cartas en clave, decodificadas en 2006, demostraron que Federico de Montefeltro, duque de Urbino –en el cuadro–, ayudó en 1478 a asesinar a Giuliano de Medici. En ellas, agradecía el regalo: un lienzo (ya perdido) enviado por el pontífice en el que su hijo aparecía con el medallón ducal. Eso significaba que el Papa agradecía la ayuda con un ducado.
Peinada para el adulterio
El escritor Pablo Neruda aún estaba casado con Delia del Carril cuando ya andaba enredado con Matilde Urrutia. En un cumpleaños “clandestino” de esta, el pintor Diego Rivera, que estaba en el secreto, regaló este retrato a la amante. En él, si se observa bien el pelo, se aprecia el perfil del Nobel chileno.
El surrealismo en el espejo
Magritte ocultó la identidad del retratado, y se pensó que era Edgar Alan Poe, ya que en la repisa de la chimenea hay un ejemplar de La narración de Arthur Gordon Pym. Ahora se sabe que era el banquero Edward James, y que el pintor sacó la figura de una foto de James mientras miraba una obra de Magritte.