Que no falte una española en esta galería. Y muchos de ustedes se preguntarán… «¿Pero hubo alguna vez un Último guateque 1?». Pues si, lo hubo, en 1978, y aunque ahora les cueste creerlo tuvo un notable éxito de público. Fue el primer filme dirigido por Juan José Porto, guionista chapucero donde los haya. Y aunque la película no era gran cosa, basó su éxito en explotar la nostalgia de los años 60, con la historia de un grupo de chicos desorientados que en la España del tardofranquismo trataban de descubrir el amor, la sexualidad, el compromiso… Ya saben, temáticas muy del estilo Garci, pero peor narradas. Parte del éxito de aquel filme se debió a su banda sonora que además de incluir temas de la época con taba con una canción del grupo Laredo que seguro que a muchos les seguirá sonando («Quisiera recordar, el último guateque…»). Pues bien, diez años después, en 1988, Porto facturó esta continuación, ambientada ya en los años 80. Los protagonistas se han convertido en un grupo de seres desencantados y el tono nostálgico ha sido sustituído por una mayor importancia de una subtrama política. Todo eso estaría bien si no fuera porque el filme, de tan incompetente que es, acaba resultando deliciosamente psicotrónico. Está plagado de situaciones absurdas, diálogos majaretas y antiinterpretaciones por parte de un reparto realmente deplorable. Los desnudos se cuentan por decenas aunque sean sin venir a cuento, en una época en la que el cine de destape ya estaba totalmente pasado de moda. Además, el 25% del metraje son flashbacks de la primera película. Flasckbacks que, por otra parte, son un curioso ejemplo de memoria daltónica ya que están virados al blanco y negro cuando la película original era en color. Y de la subtrama política, casi mejor ni hablar, porque nos presenta a un grupo neofascista que trama una especie de golpe de estado para asaltar ¡el ayuntmaiento de Granada! Y uno se pregunta…. «aunque triunfara dicho golpe, ¿de que les serviría a los conspiradores hacerse con el ayuntamiento sin tener el control del resto del país?»… En fin, una irrepetible (afortunadamente) perla de la psicotronía patria.