SER HUMANO

El día de hoy durará un segundo más

Hay segundos decisivos, esos en los que se aprieta el gatillo o se baja el cañón. Segundos para reír y segundos que hacen llorar. Segundos eternos, únicos, subjetivos, humanos. Y hay segundos uniformados, idénticos, objetivos; productos de precisión de sofisticados relojes atómicos. Entre los últimos se cuenta el intercalar, un regalo que de cuando en cuando se añade a nuestro reloj para darnos un día que es un suspiro más largo. Como el 30 de junio de este año.

La rotación de la Tierra explica el porqué de la maniobra: el planeta tarda en dar una vuelta sobre sí mismo alrededor de una milésima de segundo más o menos que el día anterior, un suspiro que el reloj atómico de cesio más preciso del mundo no igualaría hasta haber funcionado 15 millones de años. En una era en que las telecomunicaciones se sincronizan al nanosegundo, la discrepancia entre la exactitud del tiempo atómico y la rotación de la Tierra es inaceptable. Hace falta un ritmo que una sus pasos; el que consigue el segundo intercalar.

Sin los segundos intercalares, primavera sería la estación más fría del año

Es el responsable de que el proceso de divergencia no haya comenzado ya, el eslabón que mantiene sincronizado el tiempo que la Tierra tarda en dar una vuelta sobre sí misma con las manecillas del reloj. Si no existiese este segundo, las doce de la mañana dejaría de ser el momento en que el Sol está en su punto más alto, al menos en el meridiano de Greenwich, y la primavera acabaría convirtiéndose en la estación más fría del calendario, puede que dentro de unos cientos de miles de años.

La transformación sería tan imperceptible para cada generación como inexorable para la humanidad. Pero es un proceso que quizá haya que aceptar como peaje para vivir en nuestro mundo tecnológicamente hiperconectado. Un mundo en el que la precisión es una virtud contagiosa.
Hasta los mejores relojes de pulsera han conseguido un acierto sin precedentes en la medición del tiempo. El Seiko Astron, por ejemplo, es tan exacto como un reloj atómico –un segundo por cada cien mil años–, gracias a un sistema por el que recibe información horaria a través del sistema GPS que lo conecta a más de cuatro satélites.

Un problema de sincronía
El segundo intercalar entra en escena cada cierto tiempo –el 30 de junio de este año, por ejemplo– para sincronizar la rotación de la Tierra con la escala de tiempo que se utiliza para marcar la hora oficial, que se llama UTC (por las siglas en inglés de Universal Time Coordinate). Esta escala se confecciona poniendo uno tras otro los segundos producidos por unos 350 relojes atómicos repartidos en 69 laboratorios del mundo. Es rigurosamente constante y precisa. Cuando el planeta acumula retrasos y se desfasa unos 0,9 segundos respecto a UTC, se introduce en la ultraprecisa escala un segundo intercalar que corrige la demora.

Si se decide desligar el calendario de la hora, el cambio se hará efectivo dentro de cinco años

“Todos los sistemas de telecomunicaciones requieren el uso de una hora y un segundo muy preciso para la sincronización digital, lo que implica que la realización de UTC sea extremadamente importante para que todos los sistemas puedan trabajar juntos”, comenta Vicent Meens, el presidente del grupo de estudio 7 de la ITU (siglas en inglés de Unión Internacional de Telecomunicaciones).
Su comisión estudia la posibilidad de jubilar el segundo intercalar en aras de conseguir una mayor precisión en la sincronización de las telecomunicaciones.

La reunión decisiva es en noviembre
La razón por la que se decidió sumar o restar segundos intercalares al tiempo atómico fue que en las décadas de 1960 y 1970 la navegación marítima requería observaciones astronómicas para encontrar el rumbo, y los astrónomos orientaban mejor sus telescopios con este método. Actualmente, el GPS y las predicciones astronómicas han solucionado el problema, pero los fallos potenciales en las operaciones de conversión siguen presentes.

Por eso, la ITU podría dar luz verde a la erradicación del segundo intercalar en la conferencia mundial que celebrará en Ginebra este otoño. De aprobar su desaparición, dentro de cinco años dejará de añadirse. “El estudio de este tema comenzó hace 15 años”, revela Meens. “Así que espero que la ITU tomará una decisión en noviembre, pero estoy seguro de que habrá discusiones difíciles”.
Hacer cambiar de opinión al grupo de Reino Unido, China y Canadá, que en 2012 se opusieron a la medida, y convencer a los países que se han visto ninguneados en el proceso de decisión ya parecen objetivos bastante ambiciosos.

El reloj atómico

La energía que un átomo de cesio 133 necesita para lanzar electrones de un orbital a otro es la esencia de la definición de segundo, que podría quedarse obsoleto con relojes ópticos como este, hasta 100 veces más precisos.

Lo que cuesta un segundo

Añadir un segundo intercalar produce un minuto de 61 segundos, y los ordenadores no siempre saben cómo tomárselo. En 2012, páginas web como Reddit, Foursquare y LinkedIn se quedaron colgadas. Los pasajeros de la aerolínea australiana Qantas sufrieron el mismo año largos retrasos al fallar un sistema informático. Los teléfonos móviles del sur de Estados Unidos quedaron en el limbo momentáneamente, en 1998, cuando un segundo intercalar provocó que distintas regiones se guiasen con diferencias temporales fuera del margen de error.

Ninguna agencia espacial programa lanzamientos en ese momento, y la NASA cuantifica su coste en cuatro meses de trabajo.

Lo que cuesta un segundo

Los musulmanes ajustan las horas de rezo al movimiento del Sol, un problema a la hora de desligarlo de la hora oficial.

Lo que cuesta un segundo

La televisión por satélite se basa en una fina medición del tiempo: el mínimo fallo hace que la señal se pierda.

Lo que cuesta un segundo

El GPS necesita la sincronización de relojes: cuatro nanosegundos de desfase son un metro de error.

Lo que cuesta un segundo

Hay monumentos que provocan juegos de luz cierto momento del año: no funcionarían sin el segundo intercalar.

Lo que cuesta un segundo

Los relojes de sol se convertirían en reliquias.

Andrés Masa Negreira

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