La historia de Peter Pan, originalmente creada para el teatro por James M. Barrie en 1904, sigue fascinando a niños y adultos. Por supuesto, el cine no podía permanecer ajeno al impacto de este relato sobre un chaval que se niega a hacerse adulto y lleva una vida despreocupada y aventurera en un encantador mundo de fantasía.
La primera adaptación cinematográfica se remonta a 1924, aunque las más célebres son la de dibujos animados realizada por Walt Disney en 1953 y la que Steven Spielberg filmó en 1991. Ahora es Joe Wright, el nuevo “chico de oro” del cine británico (responsable de las recientes y aclamadas versiones de Expiación y Ana Karenina) quien ha retomado este mito, con Pan (Viaje a Nunca Jamás).
A diferencia de las versiones anteriores, Wright se ha tomado la libertad de narrar el origen de la leyenda. Para ello presenta a Peter Pan como un niño que ha quedado huérfano tras la II Guerra Mundial y que, por un extraño sortilegio, será conducido al mundo mágico de Nunca Jamás. Con esta premisa, el director ha tratado de realizar (según sus propias palabras) una radiografía emotiva de las fantasías infantiles.