La crónica empieza en Tarragona. Aquí el esperma de más de la mitad de sus hombres está en observación por disposición judicial y tal vez alguien tenga motivos para ponerse muy nervioso. Por ejemplo, las empresas petroquímicas de la zona. A ellas apuntó el grupo ecológico L’Escurcó cuando planteó su primera denuncia en 2010, alegando que podrían estar emitiendo sustancias perjudiciales para la fertilidad.
Los ecologistas basaban sus sospechas en un informe del Institut Marquès que, ya en 2002, desveló que el 53 % de los tarraconenses sufrían deterioro seminal y que solo el 6,8 % de sus espermatozoides tenían buena movilidad. Después de comparar la calidad de su semen con la de varones de Barcelona y La Coruña, donde los hábitos de vida son similares, sus responsables avanzaron que podría deberse a la exposición a productos químicos ambientales que actúan como disruptores estrogénicos. La Justicia dio carpetazo varias veces al asunto, pero la Audiencia Provincial reabrió el caso en septiembre y aún hoy se mantiene abierto. La industria teme que, si se corrobora que la causa está en su toxicidad, esto acabe en una demanda colectiva.
Esta fue la primera evidencia en España de un problema que afecta, aunque de manera desigual, a los hombres de todo el mundo. Para hacernos una idea, a los 20 años, un varón nacido en 1940 descargaba en cada eyaculación 43 millones de espermatozoides más que su nieto, 113 millones por mililitro, frente a los 66 de un veinteañero de hoy.La caída de la calidad del esperma ha provocado que, en estas últimas décadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya ido modificando a la baja los valores de referencia en el seminograma, la prueba que mide el volumen del semen, la concentración de espermatozoides, su motilidad y vitalidad. Si en 1999 el mínimo de referencia estaba en 20 millones por mililitro, ahora este número ha descendido a 15 millones, casi un 25 % menos. También ha descendido el porcentaje de los que están bien formados en un 33,4 %.
Orense, una ciudad con baja contaminación y una alimentación más natural, poseeel semen con mayor calidad de España
Así se entiende que, de acuerdo con un estudio de la clínica Ginefiv, solo el 10 % de los candidatos a donar posee un semen óptimo, con valores superiores a 50 millones por mililitro y con al menos la mitad de ellos con una morfología y movilidad adecuadas. ¿No apto significa infertilidad? No, solo que en las clínicas buscan la excelencia para conseguir con éxito una fecundación. “La calidad del semen, medida con el recuento de espermatozoides que tienen buena movilidad, no es una prueba diagnóstica que identifique si el varón será padre o no”, indica el profesor Antonio Pellicer, copresidente del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI). Él aconseja cautela y valorar en su justa medida los datos para evitar alarmas innecesarias. “Lo importante es ver cuánto ha disminuido la calidad y cuánto llega a afectar a la probabilidad de engendrar”.
Los estudios fisiológicos del espermatozoide están permitiendo conocer las condiciones que influyen en la viabilidad del semen. Y alguna de estas investigaciones ya sitúa a España en el liderazgo internacional de la morfología espermática. Es el caso del último hallazgo por parte de científicos de la Universidad de Valencia y la empresa biotecnológica Proiser R+D, publicado a principios de este año: “La calidad del semen depende de la acción conjunta de subpoblaciones de espermatozoides y no de características individuales. Y esto es lo que propicia la fecundación”.
Los tóxicos, bajo sospecha
En esta cruzada que libra la ciencia en los laboratorios para revertir la caída del semen o al menos frenarla, los disruptores toman una posición clave. El caso de Tarragona es solo una prueba. Ferran García, responsable del Servicio de Andrología del Institut Marquès, los señala como uno de los principales responsables. “Son sustancias químicas que, sin ser hormonas, se comportan en nuestro organismo como si lo fueran. Afectan al aparato reproductor y podrían ser no solo responsables del deterioro de la calidad seminal, también del incremento observado de malformaciones del aparato reproductor y de cánceres de testículo y próstata”, explica.
Nos perjudican desde nuestra vida embrionaria y los encontramos en productos con los que tenemos contacto diario: cosméticos, cremas, desodorantes, perfumes, champús, geles, dentríficos, electrodomésticos… A su juicio, son los gobiernos los que deberían promover estudios científicos que permitan conocer, además del efecto de cada uno de ellos, los efectos sinérgicos cuando actúan combinados. “Solo a través del conocimiento se podrán establecer políticas de prevención que detengan el deterioro”.
Aun así, España goza de una posición de privilegio. Por ejemplo, un estudio del IVI reveló, después de usar muestras de 12.000 parejas en 13 países europeos, que el semen de los españoles, aunque de baja calidad en volumen, movilidad y concentración, es muy efectivo para lograr el embarazo. Y, de acuerdo con la Sociedad Española de Fertilidad, sobra semen de calidad, lo que nos ha convertido en exportadores a otros países, como Portugal.
Algún día se crearán espermatozoides artificiales fértiles. En ratones ya lo han logrado
Según sus autores, en esta capacidad tiene mucho peso el modo de vida de cada país, sus hábitos alimentarios, su exposición a tóxicos y el consumo de drogas. Los hombres que corren o practican ejercicio físico moderado tienen mejores niveles hormonales y sus gónadas producen esperma de mejor calidad en cuanto a volumen de eyaculado, recuento espermático, movilidad y morfología de los espermatozoides. Orense, una ciudad baja en contaminación y con una alimentación más natural, presenta el semen con mayor calidad de España.
Al profesor Pellicer le tranquiliza este mayor conocimiento de los factores que pueden estar provocando la mala calidad espermática y también la disponibilidad y mejoras de las técnicas de reproducción humana asistida.
Y, al menos evolutivamente, podemos estar tranquilos. “No debemos pensar que nuestra especie está en peligro de extinción por la disminución de la calidad seminal de los varones”, señala Ferran García. En reproducción asistida se están empleando técnicas como la microinyección espermática intracitoplasmática o ICSI en las que solo se necesita un espermatozoide viable para poder fecundar al óvulo. “Por tanto, para ser padre biológico no son necesarios millones de espermatozoides, al menos en reproducción asistida. Y algún día se podrán crear espermatozoides artificiales”, explica.
En ratones ya se ha conseguido a partir de células madre cultivadas en condiciones muy específicas. Científicos de la Academia China de Ciencias han creado esperma de ratón en laboratorio con células embrionarias con el que, además, han logrado fecundar con éxito varios óvulos. El resultado, una camada de seis crías sanas y fértiles.
Y, a pesar de todo, más de la mitad de los hombres de 80 años mantienen espermatozoides en el eyaculado que podrían ser fecundantes, lo que revalidaría la convicción de Ramón Llull de que “se pierde antes el diente que la simiente”.