Mamá ‘tocóloga’

Las caricias al feto y, después, al bebé, mejoran su desarrollo afectivo e intelectual. Está demostrado que los bebés muy acariciados son luego niños más hábiles y adultos más sensibles.

Los labios

Ellos, el dedo índice y el pulgar humanos ocupan una parte considerable del espacio cerebral consagrado al tacto.

Un poco de tacto

Sólo este sentido es capaz de desatar el orgasmo, ese latigazo de placer que, según descubrieron Masters y Johnson, nace en la zona sacra de la médula espinal.

Espera, todavía no…

El hallazgo de la velocidad precisa de las caricias perfectas advierte también que no se refiere a las zonas genitales, sino a otras (especialmente las que tienen vello). Lo cual abunda en la idea de que los prolegómenos son especialmente importantes y placenteros.

Quiero que me aceptes

Una simple mano en una mejilla o un apretón de manos puede obedecer a un mecanismo ancestral: el de provocar placer en nuestros iguales para que el grupo nos acepte mejor.

Un campo minado

La piel está dotada de cinco millones de terminaciones nerviosas con varios tipos de funciones. Entre ellas, medir presión y peso, y la velocidad de un roce.

Y además cura tu mente

Una caricia capaz de ordenar al hipotálamo que libere una buena dosis de oxitocina tiene todas las posibilidades de que otro buen amigo de las relaciones humanas sonría: el sistea límbico, responsable de las emociones. Este razonamiento de “a más oxitocina, mayor recompensa” del cerebro en forma de placer, puede ser también la llave de la curación a algunas enfermedades mentales, como la depresión, la fobia social y la psicosis, dado su poder de desactivar miedos, iras y, en general, respuestas emocionales desproporcionadas.

¿Tú qué notas?

El gran misterio de las diferencias en el disfrute de hombres y mujeres pervive. Según experimentos recientes en la Universidad de Carolina del Norte, ellas varían su flujo sanguíneo ante las caricias; ellos permanecen casi inmutables.

El gran momento húmedo

El orgasmo de una mujer puede llegar a durar más de dos minutos, mientras que el del hombre no suele superar los 40 segundos.

Zonas desconocidas

Según el sexólogo Manuel Lucas (puedes leer su bitáquora en Quo.es), especialista en terapias por medio del tacto, “casi todas las disfunciones o problemas sexuales pueden tratarse a base de aprender a acariciarse. La vida sexual mejora notablemente cuando enseñamos a los pacientes a pasearse por la piel de su pareja en zonas en las que nunca habían reparado”. Según Lucas: “Se trata de resensibilizar partes del cuerpo, como por ejemplo los pies, que luego dan unas alegrías enormes a quienes los redescubren”.

El ‘rubor del sexo’

Las caricias en las caras internas de los muslos (estos sí, provistos de vello, como manda el nuevo descubrimiento) y en las zonas púbicas y perineales desatan un torrente de sangre que llena de ajetreo los capilares de los cuerpos cavernosos que conforman el pene, la vagina y el clítoris, e irrigan el cuerpo de la pareja hasta pintarla del llamado rubor del sexo.