La frase: «El desayuno es la comida más importante del día», nació en 1917 como parte de una campaña de marketing de Kellogg. Así arrancó uno de los principios que parecían inamovibles y que hoy empieza a caer del pedestal de la nutrición sana
Entre los que defienden que la nutrición debe acercarse a lo que somos como especie, y no solo los más radicales de la paleodieta, la idea de desayunar no está entre sus principios fundamentales.
Ni desayuno ni tres comidas al día
Nuestra especie inventó la nevera y los supermercados después de miles de años de supervivencia. El día de los humanos en la prehistoria comenzaba con la caza y la recolección de frutos y semillas, y con el estómago vacío. Si hubiéramos tenido que desayunar abundantemente cada día, incluir en nuestro menú primer plato, segundo plato, y postre, o hacer seis comidas al día (como proponen algunas dietas), la supervivencia habría sido más que difícil.
Evolucionamos y sobrevivimos a lo largo de miles de años comiendo cuando podíamos y lo que podíamos. Los patrones de alimentación modernos tienen que ver con el marketing y con una vida sedentaria también impropia de una especie nómada, que ocupó hasta los rincones más inhóspitos de la Tierra consiguiendo alimento usando la cooperación como fuerza.
Los que defienden la dieta Paleo esgrimen que nuestros ancestros no tenía diabetes ni el colesterol alto, pero tampoco ocupaban su día sentados, ni conocían el mando a distancia.
Los hadza en Tanzania son los últimos verdaderos cazadores-recolectores en el este de África y jamás desayunan. Para ellos el día comienza en busca de miel, frutos y comida. El desayuno, tal como lo conocemos, no existió durante gran parte de la historia. En la Roma clásica no existía, y solo tomaban una comida alrededor del mediodía.
La Revolución Industrial a mediados del siglo XIX regularizó las horas de trabajo, y los trabajadores necesitaban una comida temprana para mantenerse en pie. Entonces comenzó la idea del alimento temprano. Todas las clases sociales comenzaron a comer antes de ir a trabajar, incluso los jefes. Y ya entrado el s.XX llegó Kelloggs y convirtió el desayuno en un dogma.
Desayunar para no engordar
El principal argumento de los nutricionistas para defender el desayuno es que no hacerlo reduce la tasa metabólica del cuerpo en reposo. Es decir, el cuerpo se acostumbra a no tener comida, y cuando la tiene, acumula donde no nos gusta que lo haga. La regla del desayuno tiene que ver con dar alimento al cuerpo para iniciar el día con energía, y para no engordar. Sin embargo, un trabajo reciente acaba de hacer un análisis de la relación del desayuno con los cambios en el peso, así como con el uso de energía. Su conclusión es la misma que en revisiones anteriores, y es que no hay evidencia que respalde la afirmación de que omitir comidas engorde o reduzca negativamente la tasa metabólica en reposo.
La llegada del ayuno intermitente
En estos días, empieza a haber evidencia de que saltarse el desayuno puede ser una forma efectiva de reducir el peso, y atletas, entrenadores, modelos de fitness y expertos en nutrición empiezan a defender el ayuno intermitente como un nuevo modelo de dieta sana. Se trata de no comer nada en periodos de ocho horas.
Sobre la alimentación sana aún hay mucho que decir, y seguro que caerán principios que hoy parecen inamovibles y llegarán otros. Entre tanto, la idea de tener en el futuro una alimentación personalizada, a medida de cada humano, teniendo en cuenta sus genes, su microbioma, el deporte que hace y, claro, sus gustos, está en la mente de los que piensan en la nutrición como la base de nuestro desarrollo.
Desayunar puede ser tu momento del día pero, si eres de los que no desayunan, ya puedes despertar sin culpa.