Han encontrado 200 ánforas romanas en una cueva submarina de Mallorca. Los arqueólogos proponen que podría ser algo más que un pozo dónde los barcos romanos se abastecían de agua. Podría tratarse de un balneario de aguas termales, e incluso de un templo.

El siglo II a.C. vivió un auténtico trasiego de barcos romanos de la Península Ibérica a la Península Itálica. El viaje era largo y provechoso comercialmente y en el largo camino, encontraron un lugar hermoso y rico que pudo servirles para abastecerse de agua, la isla de Mallorca.

Los romanos llenaban sus pesadas ánforas en pozos de agua dulce, como el que se preserva en el interior de la cueva submarina Ses Aiguades, en Mallorca. En ella, siglos después, arqueólogos submarinos han encontrado ánforas romanas. No sería extraño que alguna se cayera durante la maniobra con poleas con la que extraían el agua dulce, pero es que han encontrado más de 200. ¿Por qué hay tantas vasijas antiguas en ese lugar?

Hay otro dato desconcertante. El porcentaje de cloruro del agua dulce de la cueva es bastante alto, tanto, que hoy no se consideraría potable. Sin embargo, tiene propiedades parecidas a la de las aguas que consideraban curativas de los balnearios. Entonces, ¿por qué recogían agua ahí?

Estas preguntas son las que trata de responder el arqueólogo submarino Manuel Fumás Soldevilla, líder del Proyecto IASCM (Investigación Arqueológica Subacuática en las Cuevas de Mallorca).

Arqueología submarina de primer nivel

Manuel Fumás y su equipo acceden a la cueva de Ses Aiguades, situada en Alcudia (Mallorca), por un pozo de agua dulce de 6 metros de largo, muy angosto, cuya boca de entrada de menos de un metro de ancho está a 90 metros de la bahía. Cuando consiguen bajar por ese túnel llegan a una cavidad subterránea larguísima, de unos 180 metros, la más larga de Europa.

La primera parte del pozo tiene agua dulce, luego se mezcla con salobre y más profundamente con agua salada procedente del mar. Y al llegar al fondo encuentran  una pirámide de residuos de 14 metros de altura en cuya superficie están apiladas cerca de 200 ánforas romanas, también las hay islámicas y de periodos más recientes. ¿Cómo acabaron allí? Es verdad que un  ánfora se te puede caer y romper mientras coges agua de un pozo, ¿pero 200 de formas y talleres distintos?

Hay distintas hipótesis para tratar de explicarlo. La más compartida es que Ses Aiguades fue un punto de aguada intermitente y que las ánforas cayeron al fondo por accidente. Las otras teorías apuntan más lejos. Algunos piensan que fue una zona de agua de uso medicinal, pues los niveles porcentuales de cloruros se acercan bastante a los estándares de un balnearioy otros arqueólogos afirman que pudo tratarse de un lugar religioso.

Un santuario con ofrendas a los dioses del mar

En una investigación del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC),  sugieren que podríamos encontrarnos ante un santuario, y que pudieron depositar las ánforas como ofrendas a los dioses del mar.

Enric Colom Mendoza y Ramon Járrega Domínguez, autores del estudio del ICAC, explican que: “Las aguas presentan una gran concentración de cloruros debido a su proximidad con el mar. Las propiedades médicas de las aguas cloruradas son muy diversas, y están indicadas para paliar afecciones traumáticas, ginecológicas, hepáticas, intestinales y de la piel, siendo considerada como lo que comúnmente se denominan «aguas medicinales»….».

«Más bien nos inclinamos por la ya mencionada hipótesis de la deposición de ánforas en un contexto de santuario»

Y añaden que «no tiene sentido pensar en un posible escondite de ánforas procedente del expolio subacuático,  y tampoco puede tratarse, de ninguna manera, de un vertedero. Más bien nos inclinamos por la ya mencionada hipótesis de la deposición de ánforas en un contexto de santuario, que considerando la situación del lugar, podríamos quizás relacionar, no sólo con divinidades acuáticas en sí, sino también con la navegación marítima, más aún teniendo en cuenta el tipo de contenedor depositado, íntimamente ligado con la navegación”.

Una de las principales rutas comerciales que unía la península ibérica con la itálica, pasaba por las Islas Baleares y el estrecho de Bonifacio, después de atravesar uno de los mayores desiertos visuales del mediterráneo, en unas condiciones de navegación oceánica o de altura, sin referencias geográficas de la costa. Por lo tanto, este lugar en el mapa de la antigüedad podría ser considerada como uno de los más complicados a nivel técnico, y esto se traduciría, en el imaginario romano, en la necesidad de solicitar la protección de las divinidades.

Manuel Fumás y el arqueólogo Antonio Talavera también se inclinan porque no sea solo un pozo donde los navíos de paso entre Italia e Hispania se detenían a repostar agua, “sino de un auténtico santuario de alguna divinidad o balneario de aguas medicinales. El agua es purísima y clara, y tiene cloruro sódico, podría servir contra afecciones de la piel como soriasis, y también para beber y reponer minerales», dice Fumás.

Buceo en cuevas

 

Es bastante peligroso bucear en cuevas, porque los submarinistas se desorientan con facilidad bajo el agua. De hecho el espeleólogo de Sa Gleda, Xisco Gracia, estuvo atrapado durante 60 horas en ella sin que nadie se enterara.

Los investigadores del IASMC utilizan equipos tecnología punta: Fotogrametría en 3D, mapeo por hilo, la radiolocalización, el GPS diferencial o la topografía avanzada, es decir, lo necesario para recabar toda la información sin alterar las condiciones del sitio. Para adentrarse en la cueva, los submarinistas sueltan un hilo de nailon fluorescente que puede seguirse en las bifurcaciones, que lleva unas flechas triangulares que te indican por dónde se sale y hacia dónde se va. “Todos sabemos que tu vida depende de dos cosas: el aire que lleves en las botellas y el hilo.”, dice Fumás.

Además se localizan tanto ellos como sus hallazgos con tres parámetros: la ubicación que mide un GPS que llevan adherido a los aparatos de navegación, un emisor de radio cuya señal capta otra persona en el exterior de la cueva y la medición de la profundidad a la que están que realiza un topógrafo. Todos esos  datos  sirven para localizar en qué lugar de la cueva se encuentra cada uno de los objetos hallados. Queda mucho más por explorar y conocer en estos extraños pozos repletos de tesoros. El  proyecto IASCM avanza para encontrar respuestas. Seguiremos su pista.