Una guerra nuclear, incluso a pequeña escala, acabaría con una gran parte de la población humana a causa de la hambruna que seguiría al conflicto

Pensamos que las muertes por un conflicto en el que se utilicen armas nucleares serán sobre todo las víctimas de las detonaciones. Un estudio publicado por la prestigiosa revista Nature dibuja un escenario mucho más oscuro.

Incluso un pequeño conflicto en el que dos naciones se lanzaran mutuamente armas nucleares podría provocar una hambruna mundial, según sugiere la nueva investigación de la Universidad de Rutgers. El hollín de las ciudades en llamas rodearía el planeta y lo enfriaría al reflejar la luz solar en el espacio, provocando el llamado invierno nuclear. Esto, a su vez, provocaría una pérdida de cosechas a nivel mundial que, en el peor de los casos, podría poner a 5.000 millones de personas al borde de la muerte.

El estudio es especialmente relevante hoy en día, ya que la guerra de Rusia contra Ucrania ha interrumpido el suministro mundial de alimentos, subrayando los impactos de largo alcance de un conflicto regional.

La guerra nuclear provoca la muerte directa de personas por explosiones atómicas y los efectos persistentes de la radiación y otros tipos de contaminación ambiental. Los investigadores querían analizar las consecuencias más allá de estas víctimas directas. Para ello construyeron un modelo del clima en varias partes del mundo tras una guerra nuclear, y cómo responderían los cultivos y la pesca a esos cambios.

Del escenario malo al peor

Durante el estudio analizaron seis escenarios de guerra, cada uno de los cuales pondría diferentes cantidades de hollín en la atmósfera y haría caer las temperaturas de la superficie entre 1 y 16 °C. Los efectos podrían durar una década o más.

Una guerra nuclear entre India y Pakistán, quizá desencadenada por la disputada región de Cachemira, podría arrojar a la atmósfera entre 5 y 47 millones de toneladas de hollín, según el número de ojivas desplegadas y las ciudades destruidas. Una guerra nuclear total entre Estados Unidos y Rusia podría producir 150 millones de toneladas de hollín que persistiría durante años.

Utilizando datos de la FAO, el equipo estudió varias opciones, como que la gente siguiera criando ganado o que destinara parte o la totalidad de los cultivos destinados al ganado a los seres humanos. El estudio asumió que habría una cierta reutilización de los cultivos para biocombustibles, y que la gente reduciría o eliminaría el desperdicio de alimentos. También se supone que el comercio internacional se detendría, ya que los países optarían por alimentar a la población dentro de sus propias fronteras en lugar de exportar alimentos.

Las cifras son contundentes. Incluso en el escenario bélico más pequeño, el de un conflicto entre India y Pakistán que provocara 5 millones de toneladas de hollín, la producción de calorías en todo el planeta podría caer un 7% en los primeros cinco años después de la guerra. En un escenario de 47 millones de toneladas de hollín, la media mundial de calorías se reduce hasta un 50%. En el peor caso de una guerra entre Estados Unidos y Rusia, la producción de calorías cae un 90% entre tres y cuatro años después de la guerra.

Los países más afectados serían los de latitudes medias y altas, que ya tienen una temporada corta para los cultivos y que se enfriarían más drásticamente tras una guerra nuclear que las regiones tropicales. El Reino Unido, por ejemplo, sufriría una caída más brusca de los alimentos disponibles que un país como la India, situado en latitudes más bajas. Pero a Francia, que es un gran exportador de alimentos, le iría algo mejor porque si el comercio se detuviera, tendría más alimentos disponibles para su propia población. También le iría bien a Australia, un país donde el trigo crecería relativamente bien en el clima más frío inducido por el hollín atmosférico.

REFERENCIA

Global food insecurity and famine from reduced crop, marine fishery and livestock production due to climate disruption from nuclear war soot injection

Foto: Paul Hocksenar