Se sabe muy poco sobre los orígenes de la tartamudez, pero hay varias explicaciones posibles en el cerebro

Más de 80 millones de personas en todo el mundo, entre ellas el Presidente de EE UU Joe Biden y el cantautor Ed Sheeran, sufren tartamudez, un trastorno que afecta a la fluidez y la sincronización del habla.

Las personas que tartamudean pueden repetir sonidos, sílabas o palabras, prolongar sonidos y sufrir interrupciones o bloqueos en el habla. La tartamudez puede interferir en la vida diaria de una persona, por ejemplo, provocando ansiedad en situaciones sociales.

A pesar de la elevada prevalencia de la tartamudez, los científicos aún no saben mucho sobre sus causas, al menos en la mayoría de los casos. No hay evidencia suficientes para explicar definitivamente la neurobiología de la tartamudez. El consenso actual entre los investigadores es que la tartamudez puede deberse a una mezcla de factores, como la genética, las diferencias en la estructura y el funcionamiento del cerebro y el entorno de la persona.

Las formas adquiridas de tartamudez, poco frecuentes, pueden producirse tras una lesión cerebral con una causa específica, como un ictus o la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, la mayoría de las personas que tartamudean padecen lo que se conoce como tartamudez de desarrollo, que aparece por primera vez en la infancia, entre los 2 y los 5 años, pero desaparece en hasta el 90% de los niños antes de la edad adulta. Esta forma de tartamudez ha resultado mucho más difícil de explicar, aunque a lo largo de los años se han sugerido varias hipótesis.

Tartamudez genética y de género

Una de las principales causas de la tartamudez evolutiva puede ser genética. La tartamudez evolutiva suele ser hereditaria, y los estudios sobre gemelos idénticos sugieren que la genética puede ser responsable de más del 80% de los casos. Varios estudios pequeños han ido un paso más allá y han identificado genes específicos que pueden desempeñar un papel en la tartamudez. Entre ellos se encuentran genes que intervienen en el movimiento de materiales dentro de las células o en la regulación de la transmisión de la dopamina química en el cerebro.

Los hombres tienen cuatro veces más probabilidades de tartamudear que las mujeres. Los científicos aún no saben por qué ocurre esto, aunque existen algunas teorías. Por ejemplo, es posible que las mujeres sean más resistentes a heredar la tartamudez que los hombres.

También existen sutiles diferencias en el cerebro de las personas que tartamudean y las que no. Estas diferencias se localizan en regiones del cerebro encargadas de planificar y ejecutar el habla, como la circunvolución frontal inferior y el córtex motor izquierdo.

Además, un estudio de 2024 reveló que la tartamudez puede desencadenarse por la interrupción de una red de neuronas en el cerebro que une la amígdala, el putamen y el claustrum. Estas tres partes del cerebro intervienen respectivamente en la regulación de las emociones, el control de los movimientos y la transmisión de información entre distintas partes del cerebro.

Los factores ambientales también pueden influir en la tartamudez. Las reacciones negativas de familiares o amigos cercanos pueden crear ansiedad en torno a la tartamudez de una persona, lo que empeora sus síntomas.

A lo largo de los años, la investigación sobre la tartamudez se ha visto limitada porque los científicos no pueden estudiarla en animales como harían con otras afecciones. Sin este conocimiento, puede resultar difícil desarrollar tratamientos específicos.

Varios estudios han investigado el uso de fármacos para reducir la tartamudez, pero actualmente no hay nada en el mercado que pueda eliminarla. Los medicamentos que se han estudiado reducen la tartamudez en algunas personas, parte del tiempo, pero no son una cura.

La terapia puede ayudar a algunas personas a hablar con más facilidad y a aceptar que a veces tartamudean. También es importante animar a la sociedad a aceptar la tartamudez como una forma de diversidad verbal, en lugar de considerarla una afección que siempre hay que «tratar».