Si se te nubla la vista cada vez que alguien menciona el también llamado cloud computing, no pasa nada. A los que están en el negocio también, no hay dos que te den la misma definición. Y al final, la nube la inventamos tú y yo la primera vez que nos mandamos a nosotros mismos un email con un documento que queríamos usar en otro ordenador cuando llegáramos a Londres.
Ese fue el primer paso, el simple almacenaje accesible: guardo algo en ese cajoncito de internet que es mi cuenta de correo electrónico, porque sé que podré recuperarlo desde otro ordenador cualquiera. Todo fue bien hasta que un día nos bajamos aquel fichero en el portátil de nuestra novia inglesa pero no pudimos abrirlo porque no tenía el programa que hacía falta. Entonces, Google se inventó Docs, un cajoncito que además tenía (tiene) procesador de textos y hojas de cálculo que no solo era capaz de leer los documentos subidos, sino que te dejaba crearlos allí mismo y trabajar sobre ellos sin la ayuda de ningún programa más que el navegador: Explorer, Firefox, Chrome, Safari… (véase el gráfico de abajo).
A partir de esas dos ideas básicas (almacenaje de archivos y programas para ejecutarlos), las posibilidades se han multiplicado, y por eso te obnubilas. Pero es todo muy lógico. Por ejemplo, si antes te quedabas sin espacio en tu portátil y discos externos, tenías que hacer copias en otros soportes (CD, DVD…) que, además, corrían el riesgo de cascar. Ahora, si tienes contratado un servicio de cloud computing, el espacio es mucho mayor, y muy flexible. Sobre todo las empresas usan ahora servidores compartidos en la nube: tienen una tarifa plana para un espacio covenido, pero si hay un pico de trabajo, la empresa que administra los servidores les presta un trozo de otro servidor y cobra aparte el “exceso de equipaje”. Así nunca se quedan colgados. Y lo mismo ocurre si hay mucha gente utilizando el mismo programa a la vez.
Otra ventaja está en el mantenimiento: como los programas corren en su servidor, no solamente no tienes que tenerlos instalados, sino que los que mantienen el “guardamuebles” son los que se encargan de ir actualizando el software; olvídate de las molestas actualizaciones de Windows o de cualquier aplicación cada poco tiempo: ya no son asunto tuyo. Lo mismo puede decirse de las empresas, e incluso mejor. Puede que unas épocas uses mucho unos programa y en otros momentos otros, así que quizá no valga la pena comprar ambos.
Por eso, las nubes de alquiler ofrecen pagar en función de su uso, “igual que ocurre con la factura de la electricidad”. La comparación es de Anan Krishnan, director de Estrategias para la Nube de Microsoft, y nos la ofrece en el evento anual BizSpark de Bruselas. “Usando Office 365 [la versión recién lanzada del paquete Word, Excel, Power Point y Windows Mail para la nube; similar a Google Docs], el usuario pierde cero minutos en instalar y mantener su software, ni necesita servidores propios”, añade.
Aunque, según nos cuenta Jaime W. Ellertson, consejero delegado de CloudFloor y unos de los pioneros en este campo, existe un inconveniente: “A veces se da el efecto ruido del vecino” cuando contratas una nube que da servicio a otras empresas. “Si otra compañía está usando intensamente la misma aplicación que tú, ralentiza tu trabajo”. Aun así, el negocio crece: la consultora Gartner, especializada en la nube, sostiene que el 4% de las empresas ya tiene su correo electrónico alojado allí, y espera que crezca hasta el 10% en 2012, y al 30% en 2015.
Para Justin Pirie, jefe de Estrategia en la Nube de la empresa de software Mimecast, es difícil medir en dinero cuánto ahorramos los usuarios “caseros” y las empresas por valernos del cloud computing, pero lo que sí aporta a las pymes, sobre todo, es “flexibilidad y agilidad para los cambios”. Y tiene otra ventaja añadida: “Las aplicaciones creadas para la nube están ya pensadas para usuarios finales, son fáciles de usar por cualquiera”.
Si leyendo lo anterior crees que a ti como usuario no te afecta en nada, te equivocas. Todos los fabricantes están adaptando sus sistemas operativos para que “se entiendan” con los de la nube. Además, ¿dónde crees que tenía Sony los datos que le robaron de usuarios de PlayStation? ¿Y dónde están tus fotos de Flickr?
Dependiendo del uso que vayas a darle, te convendrá más un tipo de nube u otra. Además, las hay compartidas con otros usuarios y privadas, para grandes empresas
La revolución del cloud computing es que no tienes que hacer una copia de todo en cada dispositivo (PC, móvil, tableta), sino que accedes a tu “nube” desde ellos. El ejemplo más completo es iCloud (Apple).
El modelo de Microsoft está más pensado para la empresa y el profesional autónomo. Sus estrellas son dos: Azure, un sistema operativo para que corran los programas que usas, y la versión online de Office, Office 365.
Redacción QUO
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