En la lista de cosas chulas que hace el grafeno, ya deberíamos incluir bombillas. Un equipo internacional de investigadores procedentes de la Universidad de Columbia, la Universidad Nacional de Seúl y el Instituto Coreano de Investigación de Normas y Ciencia ha logrado por primera vez precisamente eso: una bombilla de grafeno.
Pese a que la emisión de luz visible es algo que va en contra de la propia naturaleza del grafeno, debido a ser un conductor altamente eficiente de energía térmica, el descubrimiento accidental puede tener aplicaciones tecnológicas en el futuro como la “bombilla más delgado del mundo”, en palabras de James Hone, profesor de ingeniería de Columbia y co-autor de un nuevo estudio que describe el hallazgo.
El principio es más o menos el mismo que el que se aplica a las bombillas convencionales: enviar suficiente corriente eléctrica al filamento de tungesteno hasta que el calor comienza a emitir radiación térmica: luz. Con el grafeno ocurre algo similar: se aplica suficiente corriente y se hará la luz.
El problema con el grafeno es que al ser un buen conductor de la energía térmica (y eléctrica), la energía no se queda allí y se necesita una corriente lo suficientemente fuerte para calentar el filamento: unos 2.500 grados centígrados. El siguiente inconveniente que encontraron los investigadores, es que el grafeno se encuentra sobre un sustrato de silicio que disipa el calor y solo una muy pequeña fracción de la energía aplicada se convierte en radiación lumínica. La solución es suspender el grafeno por encima del sustrato. Esto tiene dos ventajas, la primera es que evitaría que se disipe el calor. Y la segunda es que, dependiendo de la distancia, se podría graduar el reflejo de luz en el sustrato, esto convertiría a a estas bombillas es una fuente de luz “graduable”. Pero conseguir producir este tipo de material en masa es, por ahora muy caro.

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Juan Scaliter