«El futuro de nuestras emociones no debería depender de un algoritmo». Con esta frase concluía su historia Daniella, diseñadora de producto por el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. La historia comienza un día de agosto durante un viaje por Holanda, cuando se enteró de que esa noche 300 drones realizarían una coreografía perfecta bajo el cielo nocturno de Ámsterdam. “Es una de las experiencias más conmovedoras que he vivido, un espectáculo único”, recuerda.
En la conversación hablamos de la fusión entre arte, naturaleza, tecnología y otras tantas aristas de un mismo cubo en el que, casi sin darnos cuenta, vamos proyectando nuestro futuro. Sin embargo, bajo esa aparente sensibilidad de Daniella hacia las relaciones entre la tecnología y las humanidades, subyace el temor al arrollador poder de aquella sobre todo lo demás. Tras una mirada de mitad impotencia y mitad indignación, repite: “Quieren definirlo todo bajo la forma de un algoritmo”.
Bajo el lema “Hacia una sociedad robótica”, se celebra este año en Madrid uno de los dos congresos más importantes del mundo sobre robots y sistemas inteligentes, el IROS2018. Según los organizadores, uno de los mayores objetivos de estos eventos es “integrar los robots de manera efectiva en la sociedad y compartir el espacio público con ellos”.
Nos guste más o nos guste menos, el camino que nuestra sociedad ha tomado, desde hace tiempo, se dirige a la robotización del espacio público: coches autónomos, cámaras de vigilancia, visión artificial, comercio electrónico, exoesqueletos y robótica aplicada a la medicina son solo algunos ejemplos del futuro que se nos viene encima, y que están presentes en el IROS2018.
Acrobacias y volteretas
La edición de este año se está celebrando en Madrid del 1 al 5 de octubre y, por la solicitud de asistencia, supera todos los récords de participación respecto a ediciones anteriores. De los más de 2.700 trabajos científicos enviados, se aceptaron en torno a 1.200, procedentes de 62 países, entre ellos, obviamente, Japón, Corea y EEUU, los más punteros del sector. Casi la mitad provienen de Europa, que se consolida como primera potencia robótica.
Además, se espera la visita de cerca de 3.300 científicos e ingenieros de centros de investigación, universidades y empresas de robótica y automatización de todo el mundo. Allí tendrán la posibilidad de visitar los 150 expositores de la muestra y participar en casi 50 talleres y 10 competiciones diferentes.
Entre los cientos de charlas programadas en el congreso, se perfila como estrella la de Marc Raibert, director ejecutivo de Boston Dynamics, empresa ya famosa entre el gran público por sus vídeos, donde vemos a robots reales haciendo cosas que hasta ahora solo habíamos contemplado en el cine: robots perro abriendo puertas o androides ejecutando acrobacias y dando volteretas sobre sí mismos.
Aunque el aspecto más estremecedor –y por el que realmente se han hecho virales los vídeos de Boston Dynamics– es la empatía que podemos llegar a sentir hacia sus robots. La empresa nos muestra escenas donde se los empuja, se les pone la zancadilla e incluso tropiezan y caen por sí mismos. Tal es el grado de realismo que llegamos a empatizar y sentir lástima por estas máquinas, sometidas a bullying por el bien del espectáculo. Marc nos contará qué hay detrás de todo esto.
Uber protagoniza otra de las presencias destacadas en las sesiones plenarias del IROS, en este caso de la mano de Raquel Urtasun. Esta ingeniera de telecomunicaciones pamplonesa dirige actualmente el Grupo de Tecnologías Avanzadas de Uber en Toronto (Canadá), el único dentro del mundo de la robótica, como Bosch, LG, Hitachi o Toyota. Pero, junto a ellas, se hallan otras dos que despiertan nuestra curiosidad con su presencia.
Por un lado, Amazon, cuya división de robótica participa en el congreso a la busca y captura de nuevos talentos que quieran incorporarse al grupo de logística, donde fabrican robots y programan aplicaciones para optimizar la recogida, reparto y distribución de sus productos.
Por otro, nos damos de bruces con Disney Research, el grupo de investigación e innovación del gigante del cine de animación. Cuando entramos en su espacio, nos fascina ver a Stickman, un robot acróbata estilo gimnasia deportiva, con la forma de un brazo articulado. O su banco mágico: al sentarte en él, puedes vivir una experiencia de realidad virtual junto a otras personas. En el Animal Kingdom, también de Disney, puedes subir a un dragón, como en la película Avatar. Te pones unas gafas y… a volar. Olor a mar, hierba fresca, el viento en la cara y gotas de agua tocando la piel. Realmente Disney ha conseguido que el ser humano vuele, y en IROS2018 vamos a saber cómo.
Las competiciones constituyen otro de los atractivos del congreso. En una de las pruebas se elegirá al robot que mejor manipule un abanico. Se premia su velocidad al abrirlo y cerrarlo y, por supuesto, cuánto aire nos puede dar. Hay también un concurso de robots que hacen magia. Este tipo de ‘torneos’ suponen todo un reto para los ingenieros robóticos, ya que sus creaciones deben manipular objetos pequeños, moverse en función de dónde se encuentra su acompañante humano e incluso reconocer las emociones del público para captar su atención. O, mejor dicho, para distraerlos y conseguir despistarlos.
Sección de cine
En este contexto, haremos también entrega de los premios del ROS Film Festival, primer certamen internacional de cortometrajes de ciencia ficción con robots. Si en la primera edición recibimos 50 cortos, este año la participación se ha acercado a los 200. Entre ellos, vídeos musicales, proyectos experimentales, cortos de animación, cortos con robots reales y, por supuesto, cortos con robots de ficción. Y, además, historias que, sin incluir ningún robot o inteligencia artificial, sí que nos hablan del uso distópico de las tecnologías en el futuro.
¿Qué cuentan?
Lo más habitual es que los argumentos se centren en la relación entre máquinas y humanos. Es el caso de Nathan, nacido en un lugar artificial y educado desde su nacimiento por un robot, y de MIA: en un mundo posapocalíptico, una joven llega a la puerta de Ray y se crea un vínculo que cuestiona los límites de la propia naturaleza humana.
iMedium, del director español Alfonso García López, es la aplicación que da nombre al corto y con la que, según el director, podremos contactar con nuestros seres queridos en el más allá.
Esto nos lleva a otra de las inquietudes que se ponen de manifiesto en estas historias: cómo puede ayudarnos la tecnología a alcanzar, de alguna manera, la inmortalidad. Tanto en iMedium como en Vita 2.0 y Tesseract conseguimos trasladar nuestra conciencia a un universo virtual, al estilo de Ghost in the Shell (salvando las distancias con esta obra maestra). El director francés Hugo Moreau plantea en Tesseract una relación de pareja en la que él ha perdido la vida (física) y su conciencia queda almacenada en un ordenador. Al no poder satisfacer las necesidades sexuales de su esposa, se producen situaciones realmente tensas que ponen en entredicho el límite entre la vida y la muerte.
Otros argumentos que no dejarán indiferente a nadie se plantean desde una perspectiva pasada, con ambientación en el siglo XIX. Blue Screen, historia contada con imágenes de época, nos narra los acontecimientos históricos y manifestaciones que protagonizaron los robots para evitar ser ‘actualizados’. Con el mismo enfoque, pero de estilo cómico, la italiana N, que bien podría convertirse en un clásico del cine mudo, y la rusa Mechanika, otro de los que pudimos ver en exclusiva. En este caso nos encontramos a un grupo de viejos científicos mientras observan la creación del más joven de ellos: una atractiva cíborg capaz incluso de entonar una bella melodía.
El público infantil también tendrá su espacio con historias de animación, cómicas y enternecedoras, como la de Saccage, un robot recogedor de basura al que le cuesta cumplir su objetivo. También, para los más pequeños, The Archivist presenta un futuro apocalíptico en el que una niña humana conoce a un viejo robot que le enseña a leer y a escribir.
Por supuesto, los más aclamados géneros cinematográficos –los romances y la acción– cuentan también con un espacio propio. Entre los primeros nos decantamos por The Lover’s Inn, quizá por ser el único cortometraje de los visionados hasta el momento que nos muestra relaciones íntimas entre dos ‘entidades’ del mismo género. En cuanto a los contenidos bélicos, nos gustaría destacar el estadounidense Androktasiai, protagonizado por un robot de combate que se replantea la identidad de buenos y malos. Como fiel sirviente, en situaciones de guerra debe matar a quienes su dueño considera malos. Pero ¿y si en realidad lo es su creador? ¿Y si resulta que los malos somos toda la raza humana?
El concepto de fondo, como en la inmensa mayoría de las historias recibidas, resalta la importancia de las emociones en las futuras relaciones entre humanos y máquinas. Podrás comprobarlo en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, durante la gala de premios que se celebrará en IROS2018 el 4 de octubre por la tarde. Allí te esperamos.
Redacción QUO