Seguro que más de una vez te has preguntado como comienza la vida del último cacharrito tecnológico objeto de deseo para muchos: el iPhone. La historia de este elegante smartphone negro se ubica entre la meca emprendora de Silicon Valley y el templo de las tragaperras: Las Vegas. En lo alto de una montaña en un pequeño pueblo de San Bernardino (California) se abre un enorme agujero de más de 150 metros de profundidad: es Mountain Pass, el mayor yacimiento de Estados Unidos de tierras raras.
Este grupo de 17 elementos químicos, que no son tierras sino metales, no son un bien escaso en nuestro planeta, pero su explotación es realmente costosa y, generalmente, muy dañina para el medioambiente. Hoy en día, uno de los sectores más en boga de nuestra sociedad, la tecnología, bebe de estas tierras raras. Sin ellas no existiría la televisión, los iPod o los aparatos de resonancia magnética.
Tierras raras
En el interior de las rocas de esta mina, como nos narra CNET en este artículo para Scientific American, se puede encontrar este petróleo del s. XXI. Son ingredientes cruciales en la fabricación de los iPhones así como turbinas de viento, coches híbridos y gafas de visión nocturna. En el caso del smartphone de la manzana, elementos como el neodimio sirven para fabricar los imanes que hacen vibrar los altavoces para producir el sonido. El europio, el más reactivo de todos los elementos de tierras raras, crea el rojo brillante en la pantalla del iPhone. El cerio se introduce en disolvente para crear una sustancia que los trabajadores utilizan para encerar y pulir los dispositivos en la cadena de montaje. «Tu iPhone no funcionaría sin estas tierras raras» afirma Mark Smith, director ejectutivo de Molycorp.
Molycorp es la propietaria de este enorme agujero en las montañas de San Bernardino. En 2002, y a consecuencia del precio del metal y los costes de extracción, los gigantescos volquetes de los camiones cesaron de cargar y descargar. La mina se cerró. No sería hasta ocho años después el momento en el que el gran hoyo volvería a reclamar el protagonismo. La reciente subida de precios de las tierras raras levantó de nuevo el interés de Mountain Pass, de ahí que Smith anunciase hace dos años una rehabilitación de la mina bajo el nombre de proyecto Phoenix.
Según el propio Smith, lo que hace distinto a Molycorp es que procura extraer las tierras raras de una forma no dañina para el medio ambiente, o al menos en la medida en la que esto es posible en la minería. La empresa ha ideado un método que parece ser la respuesta al caos tóxico que define la mayor parte de la minería mundial de estos preciados minerales. Si los ejecutivos de Molycorp están en lo cierto, puede que modernizar la minería de tierras raras sea la forma de forzar a los competidores chinos a que mejoren la forma en la que operan. No olvidemos un dato importante: China es la principal productora de estos valiosos metales (90%).
Y mientras tanto, en China…
«Trabajamos para hacer las cosas de una forma diferente» explicó Smith durante una visita a la mina. Aunque parezca de perogrullo, este dato es importante porque en China, que produce más del 90% de los suministros mundiales de tierras raras, las leyes sobre medio ambiente han sido siempre demasiado laxas y excesivamente permisivas. El centro de la minería de tierras raras está en Baotou, una ciudad mongola con 2,3 millones de habitantes que se distingue por ser uno de los lugares más destructivos para el medio ambiente del mundo.
Según dicen, la ciudad de mayor tamaño de toda la región autónoma de Mongolia Interior en la República Popular China, está cubierta por una niebla tóxica y densa. El aire es acre. Pero el mayor peligro de Baotou se encuentra al oeste de la ciudad, en un lago artificial donde las refinerías que procesan las tierras raras arrojan sus residuos a golpe de volquete sin ninguna clase de pudor.
Un intrépido periodista del Daily Mail, que consiguió burlar a los guardias y trepar las dunas de arena para alcanzar el borde del lago, lo describe como ‘una visión realmente apocalíptica‘. Y añade: «el lago instantáneamente impacta en tus sentidos. Con solo unos segundos allí puedes notar como tus ojos empiezan a humedecerse y un hedor fuerte y áspero llena tus pulmones» dice en su artículo. Otro reportaje del New York Times asegura que el lago no se alineó de manera adecuada cuando fue construido hace décadas. Como resultado, los residuos radiactivos han penetrado hasta el último poro de la tierra. Los granjeros se quejan de que sus cultivos no crecen y que sus animales enferman. Un poco más allá, los habitantes de la zona cercana al lago, se quejan de que sus dientes se caen y su pelo se vuelve blanco de forma prematura.
La prensa oficialista china informó recientemente de un estudio de 2006 realizado por las autoridades locales que mostraba que los niveles de torio radiactivo en la tierra cercana al lago eran 36 veces más altos que en otras áreas de Boutou. El torio se encuentra habitualmente en la misma mena que las tierras raras y se separa y desecha durante el procesamiento en la refinería.
¿Cómo extraer el material con menos impacto para la naturaleza?
La exposición a niveles de torio tan altos puede causar cáncer de pulmón y de páncreas. Smith cree que su empresa podría reescribir la forma en que estos importantes minerales son extraídos y procesados. Las máquinas de Molycorp trabajan cuatro días a la semana. Actualmente, extraen unas 800 toneladas diarias de mineral de la mina de Mountain Pass. Estas rocas son transportadas a una enorme planta de triturado, un laberinto de tubos y cintas transportadoras que finalmente conduce a un silo donde el mineral es dividido en pedazos de algo menos de 10 mm.
A continuación, los guijarros son transportados a través de una cinta transportadora hasta un molino, un edificio largo y rectangular en lo alto de una meseta desde la que se ve el gran agujero de Mountain Pass. En dicho molino, las piedrecillas se mezclan con agua y se vierten en un cilindro gigante con bolas de acero de gran tamaño. La mezcla se convierte en un compuesto parcialmente líquido que se transporta a una instalación donde tendrá lugar el proceso de secado (pirometalurgia).
Molycorp añade químicos a la mezcla que, al ser calentados, se adhieren a las tierras raras y ascienden en forma de burbujas a la parte superior. Es entonces cuando lo que vale se separa de lo que no sirve y los operarios pueden extraer el concentrado de las tierras raras. Para que os hagáis una idea, el material inservible representa un 92% de la mezcla completa, y las tierras raras aprovechables tan solo el 8%. A los desechos resultantes, una mezcla de tierra, minerales, agua, rocas y una alta concentración de productos químicos, se los denomina relave y no tiene ningún valor comercial. En Baoutou lo saben bien y no malgastan ningún esfuerzo en deshacerse de ellos. Para rizar el rizo en su falta de consideración con su entorno natural, la mezcla mongola incluye torio y uranio ligeramente radiactivos y otros químicos tóxicos, que como ya estáis imaginando va a parar al lago artificial. En cambio, Molycorp prensa el relave para extraer el agua y reutilizarla. De este proceso se obtiene una pasta a la que añaden cemento antes de deshacerse de ella en el vertedero correspondiente. «Si hay algo que no vas a ver en Mountain Pass es un estanque de residuos radiactivos» afirma Smith.
El concentrado de tierras raras resultante se lleva a una instalación donde será dividido. Allí se le añaden ácidos para separar los diferentes tierras raras. Finalmente, los elementos separados se secan, se empaquetan y se venden en forma de polvos a los clientes. Algunos de ellos, son los proveedores de Apple que fabrican los altavoces, la pantalla o la unidad de vibración del iPhone. «Somos una parte importante e indispensable de ese iPhone» dice Smith.
No cabe duda de que el coste medioambiental de fabricar un iPhone y cualquier otra maravilla tecnológica que emplee tierras raras, es inmenso. Pero la presión regulatoria, junto con los esfuerzos de empresas como Molycorp, pueden empezar a hacer más limpia y sostenible la minería de las tierras raras.