A medida que los vehículos autónomos comienzan a circular por carreteras y áreas urbanas, demuestran no solo una reducción en la siniestralidad, sino también un descenso en los atascos y en la contaminación. Pero es un avance muy lento que depende de la fabricación y venta de estos vehículos. Y del reemplazo de la generación “no conectada”. ¿Cómo es posible acelerar este proceso? Con iniciativas que combinen lo público y lo privado. Un ejemplo es el proyecto Autonomous Ready, en el que la ciudad de Barcelona y la DGT, junto a la empresa Mobileye (parte de Intel) han dotado a flotas de vehículos de pasajeros con cámaras inteligentes. En total se trata de 400 vehículos pertenecientes a 12 flotas locales equipados con el sistema Mobileye 8 Connect.
Básicamente este consiste en una cámara conectada a la Nube que registra la velocidad y la proximidad del vehículo y de otros que lo rodean, las condiciones meteorológicas, la presencia de peatones y ciclistas, el estado y la ubicación (y correcta visualización) de señales de tráfico y sube toda esta información a un servidor. Debido a que se trata básicamente de algoritmos (los peatones tienen el suyo, al igual que ciclistas y señales) y no de imágenes, la cantidad de datos no ocupa un gran espacio y siempre es anónima, es decir, se detecta un vehículo, no su marca o su color y lo mismo con peatones. Esto hace que todo el sistema funcione en tiempo real y con una precisión de unos 5 centímetros, mucho más exacta que un GPS.
La información obtenida está creando una base de datos que es analizada mediante inteligencia artificial (IA). “Los objetivos – nos explica Gil Ayalon, director para Europa de Mobileye –, son numerosos. En primera instancia la ciudad obtiene importante información urbana sobre sus calles y avenidas: el estado de las mismas, la ausencia o mal estado de señales y los puntos más peligrosos, tanto para vehículos como para peatones. También puede detectar las horas y zonas más conflictivas en lo que a tránsito respecta y determinar los tiempos de semáforos por ejemplo, adaptándolos a horas punta. Todo esto permite conocer lo que podríamos llamar el perfil de riesgo de la ciudad y que los responsables tomen las medidas para que peatones y vehículos existan de manera más segura”.
Casi tres meses después de su implantación y cartografiados más de 45.000 kilómetros diarios en la ciudad condal, han llegado los primeros resultados. Gracias a las alertas de proximidad (que miden velocidad y proximidad de los vehículos cercanos), se han evitado 668 colisiones, detectado decenas de señales en mal estado e identificado los puntos claves en los atascos y accidentes en los que estuvieron involucrados peatones. Por su parte, las flotas que llevaban las cámaras han reducido sus accidentes, el consumo de combustible gracias a una conducción más segura y acelerado los tiempos de recorrido al mismo tiempo.
Todo esto es un paso previo a la normativa de la UE que comenzará a estar vigente a partir de 2022 y que hará obligatorio el uso de tecnología avanzada de ayuda a la conducción (advanced driver-assistance systems o ADAS). Por ello las previsiones indican que en 2020 se duplicará el número de vehículos equipados con sistemas Mobileye y tres años más tarde se multiplicará por cinco. Este incremento sin duda también tendrá un impacto en las políticas de reducir la contaminación urbana, ya que aprender a conducir de forma más segura, con menos golpes de freno y acelerador, emite menos CO2. Y, finalmente, la opción que podríamos bautizar como gamificación. Para flotas de vehículos, premiar la buena conducción y tener herramientas para evaluar los defectos entre sus empleados, puede resultar un incentivo.
La pregunta es si este tipo de tecnología se convertirá, en breve, en algo obligatorio también para vehículos privados.