“Ya tengo preparada una infección para vosotros en el invernadero”. No es una amenaza, sino pura cortesía. Las infectadas son plantas a las Selena Giménez-Ibáñez ha rociado con una bacteria capaz de arrasarlas en solo cuatro días. La pesadilla de cualquier agricultor. Pero, junto a la hilera de hojas macilentas, salpicadas de un amarillo muy poco saludable, resalta otra de lozanos brotes verdes. No es cuestión de suerte, sino del esfuerzo de esta valenciana, empeñada en descubrir las triquiñuelas de los enemigos de las plantas y diseñar el contraataque más eficaz. En este caso parece que va venciendo.

Su enemigo aquí es un tipo bacteria, llamada Pseudomona syringae, que ataca la planta del tomate. “Nadie sabe aún qué es lo que obtienen a cambio, es otro campo de investigación”, explica mientras nos muestra su laboratorio del Centro Nacional de Biotecnología-CSIC (CNB) en Madrid. Ella ha conseguido blindar contra su acción una planta modelo, laArabidopsis thaliana. Su táctica consiste en tocarle las narices a la planta. Concretamente unos orificios que pueblan toda la superficie, dejan entrar al CO2 y salir al oxígeno. Durante el día se abren y se cierran por la noche, o cuando olisquean un patógeno cerca. Sin embargo, algunos enemigos son demasiado rápidos y logran colarse para iniciar una expansión devastadora. El equipo de esta ingeniera agrónoma ha conseguido acelerar ese proceso de cierre para impedir el paso a cualquier intruso. Para ello es necesaria una modificación genética que cierra los estomas más rápido, sólo en el punto necesario y durante un período de tiempo limitado “por lo que la planta sigue estando perfecta biológicamente”.

El siguiente paso será aplicarlo en las especies que sufren los ataques en la naturaleza: patatas y tomates. Sin embargo, es consciente de que su batalla se libra a largo plazo: “el proceso desde que se diseñan los mecanismos de defensa hasta que se evalúa por completo su efecto en ensayos de campo puede durar 15 años”.

Ella está dispuesta a afrontarla con entusiasmo abriendo una nueva etapa en su carrera. Justo hoy se encuentra en París para recibir una de las bolsas de investigación que la Fundación L’Oreal y la Unesco conceden cada año a 15 investigadoras de todo el mundo dentro de su programa “For Women in Science”. Estas becas, que hasta ahora sólo habían recibido otras dos españolas, se dirijen a científicas que desean llevar a cabo un proyecto en una institución extranjera. Selena Giménez-Ibáñez ha elegido la Universidad de Warwick (Reino Unido), “donde se ha creado un equipo de gente muy joven con una perspectiva de investigación muy innovadora”. Este apoyo llegó en el momento justo porque en España ya se agotaba la beca Juan de la Cierva, que la había mantenido en el CNB los últimos tres años, y no veía alternativa. “Me gustaría realizar mi carrera científica en España, pero ahora mismo la única forma de salir adelante es marchar al extranjero para intentar volver luego”, lamenta.

De momento, tiene por delante un año, prorrogable a dos, para continuar una labor que consigue apasionarla.

Pilar Gil Villar