La confesión en la Iglesia católica se practica desde el siglo IV, pero el confesonario no nació hasta el siglo XVI después del cisma protagonizado por Lutero. La reforma protestante cuestionaba este sacramento, así que el Concilio de Trento (1545-1563) que convocó el papa Pablo III quiso reafirmar su importancia. Y para ello, ordenó la confesión de los pecados antes de comulgar, y diseñaron un lugar específico en la iglesia donde hacerlo y recibir la absolución.
Redacción QUO